Cuando hablamos del gozo que proviene de Dios, no nos referimos a una simple emoción pasajera, sino a un estado permanente del corazón que se mantiene aun en medio de las pruebas. El gozo del Señor es una fortaleza para sus hijos, una fuente inagotable que fluye del Espíritu Santo y que nos permite enfrentar la vida con esperanza, aun cuando las circunstancias parecen adversas. Este gozo no se encuentra en lo material, ni en lo temporal, sino en la certeza de que Dios está con nosotros y que en Él tenemos vida abundante.
Todo aquel que entra al camino del Señor estará gozoso, porque todo lo que hay en Él, es de gran gozo, habrá momentos en los cuales también la tristeza llegará a nuestras vidas para tratar de apagar la alegría que tenemos en el camino del Señor. Pero el gozo del Señor nos fortalecerá y no permitirá que esa tristeza entre y nos dañe.
Las dificultades no pueden apagar la alegría que portamos de parte del Señor, no nos olvidemos que tengamos dificultades durante el camino, pero tampoco olvidemos que debemos andar gozoso todo el tiempo.
Si guardareis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor;
así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre,
y permanezco en su amor.
Juan 15:10
Esa paz que corre por nuestro interior fue dada por el Padre para que estemos gozosos, porque solo Él nos da alegría y fuerzas para seguir hacia adelante sin temor a nada. Toda esa alegría viene de Dios quien por su inmensa misericordia nos la da.
Es bueno que cada día guardemos sus palabras en lo más profundo de nuestros corazones, que esas palabras de poder corran por todo nuestro ser, que sean como un río de agua viva. Que, aunque tengamos pruebas podamos mirar al Dios Todopoderoso, que guardemos sus mandamientos.
Permanecer en el amor de Dios, ese amor que nunca se acaba, que es capaz de transformar nuestro interior, ese amor producirá paz, confianza, gozo. Y este es el verdadero amor que el Padre nos da.
Estas cosas os he hablado,
para que mi gozo esté en vosotros,
y vuestro gozo sea cumplido.
Juan 15:11
Es bueno que sigamos bajo aquel que nos da paz y permite ese gozo que corre por todo nuestro interior, que solo pensemos en el gozo del Señor, porque ese gozo nos ayudará a estar firmes delante de Él. Es importante que no nos apartemos del Señor, porque el gozo del Señor es nuestra fortaleza.
Cuando los discípulos caminaron con Jesús, pudieron experimentar ese gozo verdadero que ninguna circunstancia podía arrebatarles. Incluso en los momentos de persecución, ellos mantenían la fe y la alegría porque sabían que estaban caminando con la verdad. Ese mismo gozo sigue disponible para nosotros hoy, porque el Espíritu Santo es quien lo produce en nuestros corazones.
La diferencia entre la felicidad que el mundo ofrece y el gozo que Dios da es que la felicidad depende de lo externo: un logro, un bien material o una circunstancia favorable. El gozo del Señor, en cambio, es interno, estable y eterno, porque no depende de lo que sucede afuera, sino de lo que Dios ha depositado en nuestro interior. Esta verdad es la que nos da confianza para mantenernos en pie en tiempos difíciles.
Debemos recordar que guardar los mandamientos del Señor no es una carga, sino una bendición. Jesús mismo afirmó que permanecer en su amor es la clave para que el gozo se cumpla en nosotros. Cuando obedecemos, recibimos paz, estabilidad y fortaleza para avanzar. En cambio, cuando nos apartamos de sus caminos, permitimos que la tristeza, la confusión y el vacío intenten ocupar ese espacio que solo Dios puede llenar.
De la misma manera, es necesario que cada creyente se esfuerce en cultivar una vida de oración, lectura bíblica y adoración, porque estas disciplinas espirituales son las que alimentan el gozo interior. Así como un río nunca se seca porque tiene una fuente, nuestro gozo tampoco se apagará si estamos conectados con Cristo, que es la fuente de agua viva.
Conclusión: El gozo del Señor es más que una emoción; es un regalo divino que nos sostiene en medio de la adversidad y nos impulsa a seguir adelante. Vivir en el amor de Dios y obedecer sus mandamientos nos asegura un gozo pleno y duradero. Que cada día podamos decidir permanecer en su presencia, confiando en que nada ni nadie podrá quitarnos la alegría que Él nos da, porque “el gozo del Señor es nuestra fortaleza”.