Andad en Él

Seguir a Jesús es el reto más grande de nuestras vidas, puesto que el ser cristiano demanda que tengamos que negar muchas cosas por amor a Cristo. El mismo Señor pronunció: «Todo aquel que quiera seguir en pos de mí, tome su cruz cada día, niéguese a sí mismo y sígame». De esto se trata andar en Cristo, ser como Él, andar como Él anduvo viviendo una vida apartada del pecado.

El apóstol Pablo escribió:

6 Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él;

7 arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias.

Colosenses 2:6-7

Una verdad que siempre debemos llevar con nosotros y entender es que Cristo es el centro de todo, Él es la piedra angular, Él debe significar todo para nosotros y si lo aislamos de nuestras vidas entonces ya no podríamos ser llamados cristianos, ya que Cristo es el que le da la razón de ser a este movimiento que nada lo ha podido detener.

El apóstol Pablo también nos enseña que debemos mirar al blanco de la soberana vocación que es Cristo Jesús.

Amados hermanos, hemos sido llamados para proclamar a Cristo y las verdades del evangelio, enseñándole a los hombres que no hay otro camino para llegar al Padre sino en Cristo, que Él es el único medio para obtener la salvación, ya que entregó su preciosa sangre por nosotros en la cruz del calvario para darnos vida.

Entonces, si le hemos recibido, ¿esto no significa que debemos andar como Él? Pablo también dijo: «Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo» (1 Corintios 11:1). Cristo es nuestro ejemplo, nuestro mejor ejemplo, ya que fue intachable y nos amó con un amor que sobrepasa todo amor.

Amados hermanos, vivamos para Cristo, andemos en Él como hijos de luz que somos.


Negarse a uno mismo para seguir a Cristo

Seguir a Cristo no es simplemente una confesión verbal, sino una decisión diaria de rendir nuestra voluntad a la suya. Negarse a uno mismo significa renunciar al orgullo, al egoísmo, a los deseos carnales y a todo lo que se oponga a la santidad. Esta entrega no es una imposición forzada, sino una elección consciente motivada por el amor a Dios. Cuando entendemos que Él dio todo por nosotros, lo mínimo que podemos hacer es responder con una vida de obediencia y gratitud.

Cada vez que tomamos decisiones contrarias a nuestra carne, pero que honran a Dios, estamos cargando nuestra cruz. No es un camino fácil, pero es el único que conduce a la vida eterna. El Señor nunca prometió que seguirle sería sencillo, pero sí aseguró que estaría con nosotros hasta el fin del mundo, fortaleciendo nuestras debilidades.

Arraigados y sobreedificados en Él

Pablo nos exhorta a estar arraigados en Cristo, como un árbol con raíces profundas que no puede ser movido por los vientos. Cuando un creyente está arraigado en la Palabra, ninguna falsa doctrina, prueba o persecución podrá arrancarlo de la fe. La sobreedificación en Cristo implica crecer continuamente en santidad, en conocimiento de la verdad y en amor por Dios y el prójimo.

La vida cristiana es un proceso de edificación diaria. Cada oración, cada lectura bíblica, cada acto de obediencia y cada prueba superada son ladrillos que van levantando un templo firme en Cristo. Así, nuestra fe se consolida y nuestra gratitud se multiplica, porque reconocemos que todo lo que tenemos y somos proviene de Él.

Cristo como único camino

Jesús mismo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Esta declaración no deja espacio para relativismos o múltiples vías de salvación. Solo Cristo es el mediador entre Dios y los hombres. Por eso, como creyentes, tenemos la responsabilidad de anunciar este mensaje sin vergüenza ni temor, sabiendo que es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree.

En un mundo que ofrece miles de ideologías y religiones, proclamar a Cristo como único camino puede ser impopular, pero es la verdad que transforma vidas. Él murió y resucitó para ofrecernos vida eterna, y esa es la esperanza que debemos compartir con valentía.

Imitar a Cristo en nuestro diario vivir

Seguir a Jesús no consiste solo en asistir a la iglesia o confesar su nombre, sino en reflejar su carácter en nuestro diario vivir. Significa perdonar como Él perdonó, amar como Él amó, servir como Él sirvió y obedecer como Él obedeció al Padre. Imitemos su humildad, su paciencia y su compasión, siendo testimonios vivos del evangelio en nuestras familias, trabajos y comunidades.

Pablo dijo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” porque entendía que el verdadero discípulo no busca su propia gloria, sino reflejar a Cristo en todo. El mundo necesita ver cristianos que vivan lo que predican, que no solo hablen de amor, sino que lo demuestren con hechos concretos.


Conclusión

Seguir a Cristo es el mayor desafío y, al mismo tiempo, la mayor bendición que podemos experimentar. No se trata de una religión vacía, sino de una relación personal con el Hijo de Dios. El llamado de Jesús a negarnos a nosotros mismos y tomar la cruz es un recordatorio de que la vida cristiana es de entrega, pero también de victoria. Arraigados en Él, sobreedificados en la fe y caminando bajo su gracia, podemos vivir como verdaderos hijos de luz en medio de un mundo de tinieblas.

Que cada día recordemos que Cristo es el centro de todo y que vivir para Él es la mejor decisión que podemos tomar. Sigámosle con gozo, con gratitud y con la certeza de que un día estaremos con Él por la eternidad.

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