Para Dios todo es posible

Cada día debemos asegurar nuestra salvación ya que es uno de los tesoros más grandes en la vida de un ser humano. La salvación no es un logro humano ni un premio por buenas obras, sino un regalo divino que nos fue otorgado por gracia cuando Dios envió a su Hijo Jesucristo para pagar el precio en la cruz por nuestros pecados. Es el mayor acto de amor que la humanidad haya recibido, y por eso debemos valorarlo como un tesoro incalculable que requiere cuidado, fe y perseverancia.

Es de suma importancia que cuidemos lo que el Señor ha puesto en nuestras manos: la salvación que nos fue dada por Dios a través de su Hijo Jesús. No se trata de algo que debamos tomar a la ligera, ni de un regalo que podamos despreciar, sino de una responsabilidad espiritual que nos llama a vivir conforme a la voluntad del Señor. Así como un hombre cuida sus bienes más preciados, mucho más debemos guardar nuestra fe y caminar con temor reverente delante de Dios.

Otra vez os digo,
que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja,
que entrar un rico en el reino de Dios.
Mateo 19:24

El evangelio nos presenta la historia de un joven rico que se acercó a Jesús con una pregunta fundamental: ¿qué debía hacer para ser salvo? Esta pregunta, lejos de ser un simple cuestionamiento, refleja la inquietud que muchas personas han tenido a lo largo de los siglos: ¿cómo puedo asegurar mi eternidad? Jesús le respondió enumerando algunos mandamientos que reflejaban la obediencia a Dios y el amor al prójimo.

No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio.
Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Mateo 19:18-19

El joven le respondió a Jesús que él hacía todas esas cosas desde su juventud. Sin embargo, Jesús fue más allá, mostrando que la salvación no se limita a cumplir externamente ciertos mandamientos, sino que implica un corazón rendido a Dios. Por eso le dijo que vendiera todo lo que tenía y lo diera a los pobres, de manera que su tesoro estuviera en los cielos y no en la tierra. La prueba reveló lo que había en el corazón del joven: amaba más sus riquezas que a Dios mismo.

Sus discípulos,
oyendo esto, se asombraron en gran manera,
diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?
Mateo 19:25

Cuando el joven rico escuchó la respuesta del Maestro, se marchó entristecido porque no estaba dispuesto a dejar lo que consideraba más valioso. Sus riquezas se convirtieron en un obstáculo para seguir a Cristo. Ante esto, los discípulos quedaron sorprendidos y preguntaron quién entonces podría salvarse. Jesús les enseñó una verdad central: que para los hombres es imposible salvarse por sus propios medios, pero que para Dios todo es posible.

Y mirándolos Jesús, les dijo:
Para los hombres esto es imposible;
mas para Dios todo es posible.
Mateo 19:26

Estas palabras son un consuelo y una advertencia. La advertencia es que la salvación no se puede comprar ni alcanzar con méritos humanos. Ninguna riqueza, obra o sacrificio personal nos puede abrir las puertas del cielo. El consuelo es que la salvación es totalmente posible en Dios, porque Él ha provisto el camino a través de Cristo. Lo que es imposible para los hombres se hace realidad en el plan perfecto de Dios.

Hoy en día, muchos seguimos enfrentando el mismo dilema del joven rico. Tal vez no poseamos grandes riquezas, pero sí tenemos apegos, deseos, proyectos o pecados que no queremos soltar. Jesús nos invita a dejar todo aquello que ocupa el lugar de Dios en nuestro corazón y a seguirle con plena devoción. El llamado de Cristo no es a una vida vacía, sino a una vida abundante en Él, donde nuestro tesoro verdadero está en los cielos.

Por eso, amados hermanos, debemos reflexionar sobre nuestra propia vida: ¿qué cosas estamos priorizando sobre nuestra relación con Dios? ¿Hay algo que nos impida obedecer plenamente al Señor? Recordemos que nada en este mundo tiene más valor que nuestra salvación, y que para guardarla debemos vivir en fe, en obediencia y en dependencia de Dios. Si pedimos y buscamos con sinceridad, Él no nos rechazará. Que cada día podamos decir como el apóstol Pablo: «Todo lo tengo por basura, para ganar a Cristo».

El Señor ha consolado a su pueblo
Misericordia de Dios hacia un rey justo