Nadie tiene mayor amor que este

El amor es un tema tan amplio que hemos escrito varios artículos que tienen que ver con el mismo, al final de este artículo te dejaremos los links de cada uno de esos artículos que hemos escrito sobre el amor, esperamos que este artículo sea de gran bendición para tu alma. El amor de Dios no es una idea abstracta ni un sentimiento pasajero; es una realidad eterna que se manifestó plenamente en la persona de Jesucristo. Cuando hablamos del amor bíblico, hablamos de un amor que toma la iniciativa, que busca al perdido, que perdona al culpable y que transforma corazones endurecidos. Por eso, cada reflexión sobre el amor en la Escritura termina llevándonos a Cristo, fuente y modelo perfecto de todo amor verdadero.

9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.

10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

Juan 15:9-10

De la misma forma que el Padre amó a su hijo Jesús, así mismo Jesús amaba a sus discípulos y aquí vemos cómo Jesús les exhortaba a permanecer en Su Amor. ¿Y cómo se permanece en Su Amor? Guardando sus mandamientos como dice en el versículo 10. Así mismo Jesús guardó los mandamientos de Su Padre y permanece en el amor del Padre. Permanecer implica continuidad, decisión y dependencia: no es un impulso ocasional, sino una vida entera orientada por la voluntad de Dios. Cuando obedecemos, no “ganamos” el amor del Señor; más bien, nos mantenemos dentro del ámbito donde ese amor se disfruta, se experimenta y da fruto.

Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

Juan 15:12

En el versículo 10 Jesús les enseñó que para permanecer en Su Amor, debemos guardar sus mandamientos, pero, ¿cuáles son sus mandamientos? La respuesta está en el versículo 12, Su Mandamiento es que nos amemos unos a otros así como Él nos ha amado. Ese “como” establece la medida y la forma: un amor sacrificial, paciente, veraz, que busca el bien del otro aun a costo propio. El amor de Cristo no es permisivo ni superficial; es santo y redentor. Nos llama a perdonar, a servir, a hablar la verdad con mansedumbre, a soportarnos en las debilidades y a procurar la reconciliación. Así la comunidad cristiana se convierte en un testimonio vivo del evangelio ante el mundo.

Por donde quiera que pasaba Jesús dejaba una gran enseñanza que provocaba diferentes reacciones, pues muchos se sentían mal y otros la practicaban, porque en verdad esta era una gran lección. Jesús vino para que aprendamos de Él todas estas cosas. Donde hay amor según Cristo, hay fruto: gozo que no depende de las circunstancias, paz que guarda el corazón, paciencia en la prueba, bondad hacia el necesitado, fidelidad en los compromisos, mansedumbre frente a la ofensa y dominio propio ante la tentación. Estos frutos no nacen de un esfuerzo moralista, sino de permanecer en la vid verdadera (Juan 15), recibiendo de Él la savia de su gracia.

Una de las lecciones más grande fue, enseñar su amor infinito a los demás, para que todos aquellos que no tenían amor, conocieran que el verdadero amor está en Jesús. Dios por su gran amor y misericordia envió a su Hijo a morir por toda la humanidad. Este es el verdadero amor de Dios. Cuando miramos la cruz entendemos que el amor no es solo palabra, es entrega. Cristo no amó “hasta cierto punto”; amó “hasta el fin”. Ese amor, recibido por la fe, nos libra del orgullo, del rencor y de la desesperanza. Nos capacita para amar al enemigo, bendecir al que nos maldice y perseverar en el bien sin desmayar.

13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.

14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.

Juan 15:13-14

¡Qué hermosas palabras! Más que sus discípulos somos sus amigos, pues, ¿qué mayor amor existe que alguien que dé su vida por sus amigos? Ya Él entregó su vida por nosotros y estamos a un solo paso de ser sus amigos, y el versículo catorce nos dice qué nos falta para que seamos sus amigos y es hacer lo que Él nos manda. La amistad con Cristo no se basa en afinidades humanas, sino en obediencia amorosa. Él nos revela sus planes, nos corrige con ternura, nos consuela en la aflicción y nos envía al mundo como embajadores de su amor. Ser sus amigos es un privilegio y una misión: permanecer en Él y reflejarlo a otros.

Si hoy te sientes lejos del amor de Dios, vuelve a la fuente. Confiesa tus pecados, abre las Escrituras, ora con sencillez y reconcíliate con tu hermano. El Señor no rechaza un corazón contrito y humillado. Permanece en su amor, y verás cómo ese amor te sostiene, te forma y te envía a amar como has sido amado.

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