Al Señor clamo cuando estoy en angustia

Es de vital importancia que clamemos a Dios en todo momento, porque sabemos que a lo largo de nuestra vida llegarán días muy difíciles, momentos de angustia y pruebas que desafían nuestras fuerzas. En esos instantes, solo Dios puede ayudarnos a soportar y a seguir adelante. Él es nuestro refugio seguro, nuestro amparo y fortaleza, y nunca abandona a quienes confían en Su nombre.

Dios no te abandona cuando te encuentras en angustia, al contrario, es allí cuando más presente está. Él te ayudará y te proveerá, siempre estará a tu lado. Es en medio de la oscuridad que Su luz brilla más fuerte, es en medio de la tormenta que Su voz trae calma, y es en medio de la angustia que Su mano poderosa nos levanta y sostiene. No importa cuán fuerte sea la adversidad, el Señor sigue siendo fiel y cercano.

En momentos de crisis debemos recordar la herramienta más poderosa que tenemos: la oración. A través de ella podemos acercarnos al trono de la gracia, presentar nuestras cargas, nuestras luchas y nuestras lágrimas delante de Aquel que todo lo puede. Clamar no es simplemente repetir palabras, sino abrir nuestro corazón sinceramente delante de Dios, confiando que Él escucha y responde. No dudes que Dios oye tu oración, porque Él siempre está atento a las súplicas de Sus hijos.

El Señor siempre está presente para atender nuestros llamados. Jesús mismo nos enseñó que si tocamos la puerta, esta se abrirá; que si llamamos, Él nos responderá; y que si le buscamos, lo encontraremos (Mateo 7:7-8). Esta promesa nos da confianza y seguridad en que nuestro clamor nunca es en vano. Podemos estar seguros de que cada oración sincera sube delante de Su presencia como incienso agradable.

Nunca he visto un justo desamparado, ni una persona que clame a Dios y no sea respondida. El salmista también lo afirmaba con certeza: «Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan» (Salmos 37:25). Estas palabras nos aseguran que Dios es fiel y que Él nunca abandona a quienes se refugian en Su nombre. El que busca en fe, encuentra; el que llama con esperanza, recibe respuesta; y el que confía en Dios, nunca queda en vergüenza.

13 Con Dios está la sabiduría y el poder; Suyo es el consejo y la inteligencia.

14 Si él derriba, no hay quien edifique; Encerrará al hombre, y no habrá quien le abra.

15 Si él detiene las aguas, todo se seca; Si las envía, destruyen la tierra.

16 Con él está el poder y la sabiduría; Suyo es el que yerra, y el que hace errar.

Job 12:13-16

Estas son las palabras de Job, un hombre que, aun en medio de la peor situación, no dejó de reconocer la soberanía y la grandeza de Dios. Job perdió sus bienes, su familia, su salud, pero nunca perdió la fe en el Señor. Aun en medio del dolor, él podía declarar victoria porque sabía que su vida estaba en las manos de Dios. Esto nos enseña que la confianza no se basa en lo que vemos ni en lo que sentimos, sino en quién es Dios.

Job nos da un ejemplo poderoso: aunque no entendamos lo que pasa, aunque la aflicción nos rodee, Dios nunca deja solos a Sus hijos. Él siempre estuvo con Job, escuchando cada palabra y cada clamor. Lo mismo sucede hoy: en medio de tus batallas, Dios está allí, y si clamas a Él con fe, verás Su mano obrando.

Conclusión: La vida nos traerá angustias, luchas y momentos en que nuestras fuerzas se agoten, pero en esos instantes debemos recordar que tenemos a un Dios todopoderoso que escucha y responde. Él tiene el poder, la sabiduría y la autoridad sobre todas las cosas. Por eso, no dejes de clamar, no te canses de orar, porque tu voz llega al cielo. Dios nunca abandona a Sus hijos y, así como estuvo con Job, también está contigo. Confía en Él, porque el que clama con fe siempre encontrará respuesta en el Señor.

La Palabra de Dios nos guía
El Señor es quien sacia mi sed