El libro de proverbios trae consigo un numerosos dichos, palabras sabias y enseñanzas para cada uno de nosotros.
La sabiduría de estos proverbios o dichos no vienen de sus propios autores sino de Dios mismo quien era el que depositaba sabiduría en cada uno de ellos.
En el capítulo 30 de los Proverbios vemos cómo comienza con varias preguntas acerca de la grandeza de Dios:
¿Quién subió al cielo, y descendió?
¿Quién encerró los vientos en sus puños?
¿Quién ató las aguas en un paño?
¿Quién afirmó todos los términos de la tierra?
¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?Proverbios 30:4
Todas estas cosas fueron hechas por el gran Creador, nuestro Dios todopoderoso, el único Rey de reyes y Señor de señores.
Es bueno ver cómo este hombre no quería que nada viniera a él para que le hiciese fallar delante de Dios, o sea, él deseaba que todo dardo del enemigo fuera derribado.
Pero también el autor dice algo más adelante en los siguiente versos.
5 Toda palabra de Dios es limpia;
El es escudo a los que en él esperan.6 No añadas a sus palabras, para que no te reprenda,
Y seas hallado mentiroso.7 Dos cosas te he demandado;
No me las niegues antes que muera:8 Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí;
No me des pobreza ni riquezas;
Manténme del pan necesario;Proverbios 30:5-8
Toda palabra es limpia y escudo para todos los que la guardan. Por eso es bueno que guardemos de Su palabra. Al final del pasaje que vimos anteriormente, vemos que él pide a Dios que sea apartado de él la vanidad y la mentira. También pide no ser rico ni pobre, sino tener solamente el pan necesario.
¿Por qué el autor de estos proverbios pedía tales cosas? Para no fallarle a Dios. Seamos de esta manera y pidamos a Dios para ser siempre rectos delante de Él.
El libro de Proverbios tiene una enseñanza muy particular: nos recuerda que la verdadera sabiduría está en reconocer nuestras limitaciones y depender enteramente de Dios. El escritor sabía que tanto la riqueza desmedida como la pobreza extrema podían convertirse en un tropiezo. La riqueza podría llevarlo a olvidar a Dios y confiar en sus propias fuerzas, mientras que la pobreza podría tentarlo a robar y deshonrar el nombre de su Creador. Este equilibrio refleja un corazón humilde y dispuesto a ser guiado por la voluntad divina.
En nuestros días esta petición sigue teniendo gran valor. Vivimos en un mundo lleno de excesos, donde muchas veces se mide el éxito por la cantidad de posesiones materiales que tenemos. Sin embargo, la Palabra nos recuerda que el verdadero éxito está en vivir conforme a la voluntad de Dios, en ser agradecidos por el pan de cada día y en mantener un corazón limpio. Al pedir el pan necesario, el autor nos invita a confiar en la provisión diaria del Señor, como lo enseñó Jesús en la oración del Padre Nuestro: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy».
Este pasaje también resalta la importancia de la honestidad y la verdad. La vanidad y la mentira son dos enemigos silenciosos que pueden corromper nuestro corazón. La vanidad nos lleva a enorgullecernos de cosas pasajeras, olvidando que toda gloria pertenece a Dios. La mentira, por su parte, destruye la confianza, rompe relaciones y nos aparta del camino de la justicia. El sabio pide ser librado de estas trampas para mantenerse firme en la fe.
Reflexionemos: ¿qué pedimos en nuestras oraciones? Muchas veces elevamos peticiones enfocadas en lo material, en los logros personales o en el bienestar inmediato. Sin embargo, este proverbio nos enseña a pedir lo esencial: un corazón íntegro, pan suficiente para cada día y la gracia de permanecer fieles a Dios. Este tipo de oración nos alinea con la voluntad divina y nos protege de la codicia y del desespero.
La sabiduría que encontramos en Proverbios 30 no es solo teoría, sino práctica para el diario vivir. Nos invita a valorar lo sencillo, a ser agradecidos y a mantenernos alejados de lo que pueda desviarnos de la verdad. Cuando hacemos de esta enseñanza parte de nuestra vida, aprendemos a vivir con contentamiento, sin importar las circunstancias. Como dice el apóstol Pablo en Filipenses 4:12: «Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad».
Pidamos a Dios la gracia de vivir de esta manera, confiando en que Él conoce nuestras necesidades mejor que nosotros mismos. Guardemos Su Palabra, alejémonos de la mentira y de la vanidad, y agradezcamos por el pan de cada día. Así estaremos caminando en sabiduría, honrando al Señor con nuestras vidas y manteniéndonos bajo Su protección.