Justo y misericordioso es Dios

Hablar del perdón de Dios es hablar de la mayor muestra de amor que existe en el universo. Muchas veces nos cuesta perdonarnos a nosotros mismos o recibir perdón de otros, pero Dios, en su infinita misericordia, abre sus brazos una y otra vez para darnos la oportunidad de volver a Él. Este artículo busca recordarte que, aunque hayas caído, aunque sientas que no lo mereces, el amor de Dios es más grande que tus errores y su misericordia es nueva cada mañana.

Dios te perdona y te sigue amando a pesar de todos tus errores. Es un amor inmenso que no puede ser mostrado por nadie más. Nuestro Dios es poderoso y se compadece de nosotros. No dudemos que Su amor por nosotros es tan grande que dio su vida en la cruz sin importar que nosotros no lo mereciéramos. Esa entrega nos recuerda que la gracia de Dios no depende de lo que hagamos, sino de lo que Él ya hizo por nosotros en Cristo Jesús.

La misma Palabra del Señor habla de lo maravillosa que es Su misericordia, que día tras día se renueva en nuestras vidas. No importa cuántas veces hayamos tropezado, si acudimos a Él con un corazón contrito y humillado, Él nos recibirá. Así lo afirma la Biblia cuando nos dice que sus misericordias son nuevas cada mañana (Lamentaciones 3:22-23). Esto significa que nunca es tarde para volver a Dios, que su gracia no se agota y que su amor siempre está disponible.

Por eso demos gracias al Señor, porque Él ha sido muy bueno y porque nos escogió para que seamos salvos. No descuidemos una salvación tan grande dada por Dios, sino valoremos ese regalo con gratitud y obediencia. Cada día que vivimos es una oportunidad para recordar que somos perdonados y amados, no por méritos propios, sino por la obra perfecta de Cristo en la cruz.

Si cometemos una falta delante de Dios, vayamos a su presencia y arrepintámonos de todo corazón. No carguemos más con la culpa ni con el peso del pecado, pues Dios está dispuesto a perdonar y restaurar. Amemos a Dios por su gran bondad, porque Él no solo borra nuestros pecados, sino que también nos transforma para que no volvamos a ser los mismos.

1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.

2 Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.

Salmos 51:1-2

El salmista David conoció lo que era fallarle a Dios. Su pecado lo llevó a un estado de quebranto, pero también lo llevó a clamar con sinceridad. Este hombre se postró ante el Señor reconociendo su error y suplicando misericordia. Lo hizo porque sabía que Dios es grande en compasión. La historia de David nos enseña que ningún pecado es demasiado grande como para que Dios no pueda perdonarlo, siempre y cuando exista un arrepentimiento genuino.

También nosotros podemos acudir al Señor con la misma confianza. Podemos ir humillados y pedirle que nos limpie, que nos restaure y que borre nuestras rebeliones. El secreto está en acercarnos con un corazón sincero, reconociendo que por nuestras fuerzas no podemos cambiar, pero que en Cristo tenemos la victoria. Cuando dejamos que Dios obre en nosotros, Él nos hace nuevas criaturas, libres de la culpa y fortalecidos para vivir en santidad.

No dejemos de buscar la presencia de Dios. Si caíste, levántate. Si pecaste, arrepiéntete. Si sientes que ya no puedes más, recuerda que su gracia es suficiente. El enemigo quiere que vivas en condenación, pero Cristo quiere que vivas en libertad. Él mismo dijo: “al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). Esa es la mayor garantía de que siempre puedes regresar a su abrazo.

Conclusión: El perdón de Dios no es un recurso limitado ni una segunda oportunidad que se agota. Es un río inagotable de gracia que fluye desde la cruz hasta nuestros corazones. Recíbelo hoy con fe, agradece a Dios por su amor inmenso y permite que su perdón transforme tu vida. No importa cuán lejos hayas llegado, aún puedes volver, porque Dios te sigue amando y está dispuesto a perdonarte y levantarte. Vivamos confiados en que su misericordia es eterna y su amor jamás se apartará de nosotros.

Si tenemos su palabra en nuestro corazones, viviremos bien
Morando bajo la sombra del Omnipotente