El verdadero amor

«El amor» es definido de tantas formas que hasta está asociado con cosas incorrectas, y es porque la humanidad no ha conocido lo que es en realidad el amor verdadero, el amor del que nos habla la Biblia.

Podríamos decir que amar es hacer obras de caridad, dar la vida por una nación, proteger a un ser querido, podemos alargar este artículo dando otros muchos ejemplos, pero ¿qué es el amor en realidad? La Biblia nos dice es posible hacer lo anteriormente mencionado y aún así no poseer amor.

Si amar no es nada de esto, entonces, ¿qué es amar? La carta del apóstol Pablo a los corintios nos habla claramente de eso:

Cuando analizamos este pasaje, entendemos que el amor bíblico no es una emoción pasajera, ni un sentimiento condicionado por las circunstancias. El amor verdadero es una decisión consciente de actuar con paciencia, bondad y compasión incluso cuando no recibimos lo mismo a cambio. No se trata de lo que sentimos, sino de lo que decidimos hacer en favor de los demás, reflejando el carácter de Dios en nuestras acciones.

Muchos piensan que amar se limita a palabras bonitas, a dar regalos o a tener gestos de cortesía, pero el amor del que habla la Biblia va mucho más allá. Es un amor que busca la verdad, que no se alegra con la injusticia y que siempre está dispuesto a perdonar. Esta clase de amor no nace de un corazón egoísta, sino de un corazón transformado por Dios, que entiende que lo más valioso no es recibir, sino dar.

Jesús mismo nos mostró con su ejemplo que el amor verdadero implica sacrificio. Él no amó solo a los que le seguían, también mostró compasión por los que lo rechazaban. Sanó enfermos, alimentó multitudes y aún en la cruz pidió perdón por aquellos que le crucificaban. Ese es el modelo más alto de amor, un amor que no guarda rencor y que está dispuesto a soportar todo.

El apóstol Pablo también recalca que sin amor, nuestras acciones pierden valor. Podemos hacer grandes obras de caridad, predicar con elocuencia o incluso entregar nuestra vida, pero si todo eso no se hace movido por el amor verdadero, carece de propósito eterno. Esto nos enseña que el amor no se mide por la grandeza de las acciones, sino por la intención del corazón.

Amar también significa aprender a dejar a un lado nuestro orgullo. Muchas veces creemos que tenemos razón en todo y nos cuesta reconocer nuestros errores, pero el amor nos invita a ser humildes, a no envanecernos y a no buscar lo nuestro. El amor cristiano busca el bien común, edifica a la comunidad y refleja el carácter de Cristo en todo momento.

Cuando llevamos este amor a la práctica en nuestra vida diaria, transformamos nuestro entorno. Un hogar donde reina el amor es un lugar de paz, comprensión y unidad. Una iglesia que vive en amor es una comunidad que crece y se fortalece. Una sociedad fundamentada en el amor de Dios es capaz de superar divisiones, injusticias y rencores, porque el amor nunca deja de ser.

Conclusión: El amor verdadero no es una teoría, ni una emoción pasajera; es un estilo de vida. Es la base de la fe cristiana y la evidencia más clara de que Dios habita en nosotros. No olvidemos que el amor es el vínculo perfecto, y que sin él, todo lo demás pierde sentido. Sigamos el ejemplo de Cristo, quien nos mostró que el amor es sufrido, es benigno y nunca deja de ser. Solo así podremos reflejar al mundo el verdadero significado del amor que transforma vidas.

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