La justicia de Dios es un tema que siempre debe estar presente en nuestra vida diaria, porque es a través de ella que aprendemos a vivir de manera recta delante del Señor. La Biblia nos enseña que el justo es aquel que camina en integridad, que hace las cosas conforme a la voluntad de Dios y que procura ser ejemplo de buena conducta para los demás. Desde tiempos antiguos, el Señor ha mostrado su favor a quienes aman la justicia y se esfuerzan por practicarla en todo momento, recordándonos que este camino trae bendición y paz verdadera.
Todo aquel que es justo es bendecido por Dios porque ama y le gusta hacer justicia día tras día, el que hace justicia siempre piensa en todo lo que hace, hacerlo para el Señor, este no hace maldad como muchos, por eso es cuidado por Dios con escudo.
¿Qué diremos pues de aquellos que se desvían de los caminos de Dios? Estos se vuelven malos y ya no practican la justicia sino que hacen maldad a sus prójimos. Estos no son los mismos porque sus vidas cambian porque el enemigo les quita esa gracia que poseían de parte de Dios, que por ellos apartarse de Dios se fueron alejando hasta que cayeron.
Las bendiciones que el justo recibe vienen de Dios porque Dios ve el esfuerzo que cada uno hace para hacer el bien, para ayudar a todo aquel que necesite.
Porque tú, oh Jehová, bendecirás al justo;
Como con un escudo lo rodearás de tu favor.Salmos 5:12
Las personas que son justas hacen justicia y aman la justicia, tienen misericordia, son bondadosos y ayudan a todo aquel que esta necesita aunque sean enemigos de ellos. A ellos no importa eso, ellos saben que Dios los mira desde los cielos.
A cada una de estas personas que aman el hacer justicia, Dios los fortalece cada día para que sigan adelante haciendo la buena obra con sus prójimo. Dios los cubre de toda maldad del enemigo.
El favor de Dios rodea día tras día a cada una de estas personas que hacen justicia con los demás, Dios se place de ver a todo aquel que hace misericordia y es por eso que su gracia sobre abunda en gran manera sobre ellos.
El escudo de Dios está siempre en defensa de ellos, para defenderlos de todo ataque que venga en contra de aquellos que aman Su justicia, que mantienen la sinceridad y la verdad ante el Señor.
Cuando hablamos del escudo de Dios, debemos comprender que no se trata de un objeto físico, sino de la protección espiritual que cubre al creyente en todas sus áreas de vida. Así como un soldado en la antigüedad usaba el escudo para protegerse de las flechas enemigas, de igual manera el Señor nos rodea para librarnos de los dardos del enemigo, que intentan hacernos caer en tentaciones y pruebas. Esa cobertura divina es una señal de su amor y fidelidad hacia los que practican la justicia.
Además, la justicia no se limita únicamente a cumplir con ciertas normas, sino que implica amar al prójimo, perdonar al que nos ofende, ser compasivos con los necesitados y demostrar con hechos lo que confesamos con nuestra fe. Ser justo es un estilo de vida que refleja el carácter de Cristo en nosotros, y que inspira a otros a seguir por el mismo camino. No se trata de perfección humana, sino de un corazón dispuesto a obedecer a Dios y depender de su gracia.
En contraste, aquel que se aparta de la justicia pierde la cobertura de Dios y queda vulnerable ante los ataques del maligno. La falta de rectitud abre puertas a la destrucción, y aunque parezca que todo le va bien, tarde o temprano se enfrentará a las consecuencias de sus actos. Por eso la Biblia nos exhorta constantemente a mantenernos firmes en los caminos del Señor, recordándonos que su bendición está reservada para quienes le obedecen con fidelidad.
Por último, es importante recordar que la justicia no nace de nosotros mismos, sino de Dios. Somos justificados por medio de Jesucristo, y gracias a su sacrificio en la cruz podemos vivir una vida diferente, llena de paz, gracia y propósito. El justo no confía en sus propias fuerzas, sino en la ayuda del Espíritu Santo, quien le da poder para perseverar en la verdad y resistir el mal.
Conclusión: El justo vive bajo el amparo del Señor, rodeado de su favor como con un escudo. Esa bendición se refleja en cada área de su vida: en su familia, en sus relaciones y en su caminar diario. Practicar la justicia es un llamado que trae recompensa eterna, porque Dios se complace en aquellos que hacen su voluntad. Caminemos, entonces, con rectitud, sabiendo que su gracia nos fortalece y que bajo su protección nada ni nadie podrá derribarnos.