Cuando hablamos de una persona entendida, nos referimos a alguien que tiene discernimiento, que puede ver el mal y se aparta de él. Es una persona que sabe identificar lo que es peligroso para su vida espiritual, emocional y física, y que con sabiduría evita caer en aquello que puede destruirla. Sin embargo, la persona que no es entendida ni sabia, ignora las advertencias, se deja llevar por sus propios deseos, y como consecuencia, el mal viene sobre ella y la destruye, porque no supo apartarse a tiempo.
Muchos, tristemente, se desvían de los caminos del Señor por no atender a la sabiduría que viene de lo alto. Prefieren caminar según sus propios razonamientos, hacer lo que les parece correcto en su propia opinión, y por eso terminan cayendo en trampas que les quitan la paz y los alejan de Dios. La Escritura es clara: cuando alguien no escucha la voz del Señor, cuando desprecia la corrección y el consejo divino, inevitablemente cae en el hoyo, y a veces sus consecuencias son difíciles de revertir.
Como aguas profundas es el consejo en el corazón del hombre;
Mas el hombre entendido lo alcanzará.Proverbios 20:5
El proverbista compara el consejo con aguas profundas, y es una comparación poderosa. Así como el océano tiene profundidades que el ser humano no puede explorar completamente, así también el consejo verdadero de Dios es profundo, sabio, inagotable y lleno de misterios que solo aquellos que buscan al Señor con un corazón sincero pueden alcanzar. El hombre entendido, aquel que busca a Dios en oración, en la Palabra y en obediencia, será capaz de comprender y aplicar estos consejos divinos en su vida.
El consejo de Dios nunca viene para destruirnos, sino para preservarnos. Cuando Dios nos instruye o nos corrige, lo hace con el propósito de encaminarnos en justicia, de librarnos del mal y de guardarnos de los peligros que no siempre podemos ver con nuestros propios ojos. Sus consejos son lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino, y si los recibimos con humildad, seremos fortalecidos, bendecidos y guardados en sus manos.
Si tomamos estos consejos divinos, alcanzaremos misericordia del Señor. Esa misericordia nos sostiene día a día, nos perdona cuando caemos y nos da la oportunidad de arrepentirnos y volver al camino correcto. Cada consejo de Dios es una muestra de su amor paternal, que busca lo mejor para sus hijos. Por eso, ignorar sus consejos es un acto de necedad que nos aleja de su gracia y nos expone al peligro.
El proverbista advierte que muchas personas aman caminar en sus propios caminos, se deleitan en seguir sus pasiones, y no quieren que nadie los corrija. Estas personas creen que son autosuficientes, pero la realidad es que, tarde o temprano, el mal les alcanza porque rechazaron la voz de Dios. Aun así, Dios en su infinita paciencia permite que muchas veces toquemos fondo para que podamos entender que sus advertencias y consejos siempre fueron para nuestro bien.
Ser entendido significa reconocer que no lo sabemos todo, que necesitamos ser guiados y que la verdadera sabiduría viene de Dios. Por eso, el hombre entendido no solo escucha el consejo, sino que lo pone en práctica. De nada sirve oír la Palabra si no la aplicamos en nuestras vidas. Jesús mismo dijo que el hombre prudente es aquel que oye sus palabras y las hace, comparándolo con alguien que construyó su casa sobre la roca firme, que resistió las lluvias y los vientos sin caer.
La invitación es clara: no ignores el consejo de Dios, no desprecies las correcciones que Él trae a tu vida, porque al final son para tu bien. El hombre entendido recibe el consejo, lo guarda en su corazón y lo convierte en una guía diaria. Practicar la Palabra de Dios es el camino más seguro para vivir en bendición y victoria.
Amado hermano, decide hoy ser entendido. Busca la sabiduría que viene del cielo, esa sabiduría que es pura, amable, llena de misericordia y de buenos frutos. No vivas como los necios que tropiezan una y otra vez en el mismo error por no escuchar la voz de Dios. Más bien, abre tu corazón al consejo divino y permite que la Palabra transforme tu mente, tu carácter y tu caminar. Recuerda que cuando practicas los consejos de Dios, no solo te irá bien, sino que serás luz para otros que necesitan dirección. Así que sé sabio, escucha, pon en práctica y confía en el Señor que desea lo mejor para ti.