Hagamos morir lo terrenal en nosotros

La Biblia nos dice que todo aquel que ha creído en Jesús es una persona nacida de nuevo, resucitado de entre los muertos, muerto a las cosas terrenales y vivo para las cosas eternas. No sabemos qué tan apreciado es esto en nuestras iglesias, puesto que hoy en día se está viviendo un gran declive en muchos que dicen ser cristianos, pero lo cierto es que Dios tiene un pueblo, el cual hace morir las cosas terrenales por el poder de Su fuerza.

El apóstol Pablo escribió a los Colosenses:

5 Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;

6 cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia,

7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.

Colosenses 3:5-7

Cuando la Biblia nos habla de lo «terrenal» no creamos que se refiere a todo lo que está en la tierra, pues de ser así no podríamos vivir en este mundo. El apóstol aquí se está refiriendo al sistema de este mundo, a lo que el mundo llama bueno, pero que nosotros de por sí sabemos que es malo.

Pablo aquí menciona algunas de esas cosas terrenales: «Fornicación», «pasiones desordenadas», «malos deseos», etc, y la única manera de nosotros hacer morir todas esas cosas es viviendo una vida plena en el Señor.

Recordemos que una vez andamos en esas cosas y para nosotros era algo normal, pero ya no puede ser normal, puesto que hemos muerto al pecado, por tanto también hemos muerto a las cosas terrenales, lo que significa que ya no vivimos conforme al sistema de este mundo, sino conforme al modelo de Dios.

Este pasaje bíblico nos recuerda que la vida cristiana implica una transformación radical. No se trata de un simple cambio superficial, sino de un nuevo nacimiento que afecta lo más profundo de nuestro ser. Así como Cristo murió y resucitó, nosotros también morimos a la vieja naturaleza y resucitamos a una nueva vida llena de esperanza y santidad. Esa muerte espiritual a lo terrenal no es automática, requiere disciplina, oración constante y una dependencia diaria del Espíritu Santo.

En este sentido, «hacer morir lo terrenal» no significa vivir en un aislamiento del mundo, sino rechazar las prácticas que ofenden a Dios y que esclavizan al ser humano. La fornicación, la avaricia y los malos deseos son cadenas que atan el corazón, pero en Cristo tenemos la libertad para despojarnos de ellas y vivir en verdadera pureza y amor. Es una batalla continua, pero con la ayuda de Dios podemos vencer y dar testimonio de que somos nuevas criaturas.

Además, es importante recordar que este llamado no es opcional, sino un mandato para todos los creyentes. La gracia de Dios no solo nos perdona, también nos capacita para vivir en santidad. Por eso, cada cristiano debe examinar su vida a la luz de la Palabra y preguntarse si realmente está muriendo al pecado o si aún sigue alimentando aquello que debe dejar atrás.

Conclusión

La enseñanza del apóstol Pablo en Colosenses nos invita a reflexionar profundamente sobre nuestra condición espiritual. Ya no somos esclavos del pecado, sino hijos de Dios llamados a una vida nueva. Morir a lo terrenal no es una pérdida, es una ganancia, porque al renunciar a lo que destruye el alma recibimos en cambio la paz, la libertad y la esperanza eterna en Cristo. Sigamos, pues, este mandato con fe y decisión, sabiendo que cada día que vencemos lo terrenal damos gloria a Dios y nos acercamos más a la plenitud de la vida eterna que Él nos ha prometido.

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