Lo cierto es que todos hemos sido llamados a predicar el santo evangelio de Cristo. Y es bueno que si hablamos de evangelizar sepamos qué es el evangelio, puesto que de esta forma haremos el trabajo que en realidad debemos hacer. Debemos tener sumo cuidado y mucha conciencia de las palabras que vamos a decir ahí fuera, y no predicar ninguna otra cosa que no sea el evangelio.
El evangelio no es un simple discurso religioso, sino la buena noticia de salvación que vino directamente de Dios para el ser humano. Cuando entendemos esto, reconocemos que la tarea de anunciarlo no es una opción ni un pasatiempo, sino un mandato de parte del Señor. Cada cristiano, sin importar su edad, su posición o sus capacidades, tiene la responsabilidad de compartir este mensaje con otros. Por esa razón, necesitamos ser diligentes en estudiar la Palabra y asegurarnos de que lo que predicamos es realmente el evangelio de Jesucristo, sin añadidos ni distorsiones.
Todos tenemos un mandato y es el de la gran comisión, todos tenemos ese llamado, no existe nadie tan pequeño en el cuerpo de Cristo como para no tener ese llamado. El famoso misionero Hudson Taylor dijo:
«Yo nunca diría que se necesita de un llamado especial para ir a China. Con los hechos frente a usted y con el mandamiento del Señor Jesús de ir y predicar el evangelio a cada criatura, más bien usted lo que necesita averiguar es si tiene un llamado especial para quedarse en casa».
Estas palabras nos muestran que el evangelio no está limitado a unos pocos escogidos, sino que todos somos partícipes del mismo encargo. No importa el lugar donde vivamos, cada rincón de la tierra necesita escuchar que Cristo salva. Algunos lo harán yendo a naciones lejanas, mientras que otros lo harán en sus comunidades, familias, trabajos o escuelas. El punto clave es entender que donde quiera que estemos somos embajadores de Cristo y portadores de su mensaje.
Tenemos el mandato de ir y predicar el evangelio en toda su plenitud:
15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
Marcos 16:15-16
Este mandato nos recuerda que el evangelio no es solo para una nación, un idioma o una cultura específica, sino para toda criatura. Es un mensaje universal que atraviesa fronteras, idiomas y generaciones. La salvación que ofrece Jesucristo está disponible para todos, sin distinción de raza, género, nivel social o edad. Por eso la iglesia no puede conformarse con quedarse en silencio, sino que debe proclamar con valentía que en Cristo hay perdón, vida eterna y restauración.
Hemos sido llamados a predicar el evangelio, tenemos el mandato ahí. Pero antes de salir a predicar, debemos saber el gran significado del Evangelio. El evangelio no es más que presentar que Cristo vino a esta tierra, despojado de su trono, se hizo hombre por nosotros, murió con muerte de crucifixión, resucitó al tercer día en poder y en gloria para derribar ese muro que había entre nosotros y Dios, y lo cierto es que viene una vez más por sus santos. ¡Ese es el evangelio! Un mensaje que tiene suficiente poder como para transformar al más vil pecador.
Predicar el evangelio es una tarea real y la más importante de la iglesia de Cristo. No nos podemos ahogar en actividades para nosotros mismos y olvidarnos de los que están ahí fuera necesitados de Dios. La iglesia existe para adorar a Dios, pero también para anunciarlo al mundo. Cuando perdemos de vista ese propósito, nos volvemos una institución sin vida, olvidando el corazón de la misión.
No hemos recibido la gracia para no compartir la luz con alguien más:
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
1 Pedro 2:9
El apóstol Pedro nos recuerda que nuestra identidad como cristianos no es un privilegio para guardarnos a nosotros mismos, sino un llamado a proclamar las virtudes de Cristo. Somos luz en medio de las tinieblas, y nuestro deber es brillar para que otros también encuentren el camino hacia Dios. De nada sirve tener la verdad si la escondemos; el evangelio es luz y debe alumbrar a los que todavía viven en oscuridad.
Hemos sido llamados para anunciar la luz de Cristo, para inundar a este mundo del mensaje más sublime que hay en la existencia de la humanidad: El evangelio, el mensaje que contiene suficiente poder para salvar pecadores. En un mundo lleno de confusión, ideologías contrarias a Dios y tantas voces que distraen, la voz del evangelio sigue siendo la única que ofrece esperanza real y eterna. Cada cristiano tiene el privilegio y la responsabilidad de compartir esa esperanza con amor y convicción.
Rogamos a Dios que nos dé fuerzas y suficiente sabiduría para seguir llevando este evangelio de la gracia a todo rincón de este mundo.
Conclusión: El llamado de predicar no es solo para pastores o misioneros, sino para cada creyente en Cristo. El evangelio es poder de Dios para salvación, y nosotros somos instrumentos para que otros lleguen al conocimiento de la verdad. Que podamos vivir conscientes de esta misión, orando por valentía, usando los recursos que Dios ha puesto en nuestras manos y confiando en que el Espíritu Santo es quien convence a los corazones. De esta manera, cumpliremos con fidelidad la gran comisión que nos ha sido dada.