¿Qué es el ayuno? La palabra ayuno quiere decir abstenerse de alimentos y de agua por un tiempo determinado, y en la Biblia encontramos que hubo varios hombres que hicieron este acto, y aun el mismo Jesús nos habló sobre esto, de cuál se supone que es la manera correcta en la que debemos ayunar.
El ayuno no es una práctica nueva ni exclusiva del cristianismo, ya que desde tiempos antiguos se ha practicado como un medio de disciplina espiritual y de búsqueda de lo divino. Sin embargo, para los hijos de Dios, el ayuno tiene un propósito mucho más profundo: apartarnos de lo terrenal para acercarnos al Señor con un corazón humilde y dispuesto.
Jesús dijo sobre el ayuno:
16 Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,
18 para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Mateo 6: 16-18
Debemos tener bien definido en nuestro cristianismo qué es el ayuno, y de esa manera podremos hacer un ayuno que agrada al Señor. Lo primero que debemos tomar en cuenta es que no ayunamos para que los demás sepan que lo estamos haciendo y así querer presumir que somos un poco más espirituales que los demás.
Jesús les habla a ellos diciendo que no ayunen para que los demás lo sepan, puesto que de esa manera lo hacen los hipócritas.
El ayuno es un acto donde más allá de abstenernos de alimentos y agua, nos abstenemos de este mundo, nos apartamos para Dios, nos vamos ante su Presencia para fortalecer nuestra relación con Él, para agradarle más a Él. También ayunamos cuando vamos a tomar una decisión importante en nuestras vidas, pero el ayuno nunca debe ser para mostrar a los demás que ayunamos.
Recordemos esto siempre: «El ayuno es un medio para abstenernos del mundo y fortalecer nuestra amistad con Dios, no es un medio para mostrar espiritualidad a los demás».
Cuando analizamos la Biblia, vemos ejemplos de grandes hombres de fe que ayunaron. Moisés pasó cuarenta días en la presencia de Dios en el monte Sinaí, recibiendo las tablas de la ley. El profeta Daniel practicó el ayuno buscando entendimiento y dirección de parte del Señor. La reina Ester, junto con su pueblo, ayunó antes de presentarse ante el rey para interceder por la vida de los judíos. Estos ejemplos nos enseñan que el ayuno es un arma espiritual poderosa que abre puertas y nos acerca más al corazón de Dios.
El verdadero ayuno no se limita a dejar de comer, sino que también implica un corazón arrepentido, un espíritu humilde y un deseo sincero de buscar la voluntad del Padre. En Isaías 58 encontramos que el ayuno que agrada a Dios es aquel en el que no solo nos abstenemos de comida, sino que también soltamos las cargas de maldad, ayudamos al necesitado, compartimos el pan con el hambriento y practicamos la justicia. De esta manera entendemos que el ayuno debe ir acompañado de un cambio de vida.
Ayunar nos ayuda a sensibilizar nuestro espíritu y a doblegar la carne. Cuando ayunamos, dejamos de lado los deseos terrenales para darle prioridad a nuestra comunión con Dios. Es en ese tiempo de búsqueda y oración que recibimos fortaleza, dirección y paz en medio de cualquier situación. Muchos creyentes han testificado que durante el ayuno Dios les ha hablado con claridad acerca de decisiones importantes o les ha dado victoria en momentos de gran dificultad.
En conclusión, el ayuno es un regalo de Dios para su iglesia, un medio que nos ayuda a crecer en la fe, a depender más de Él y a vivir en santidad. No es un acto de exhibición, sino una disciplina espiritual que debemos practicar con humildad y discreción, sabiendo que el Padre que ve en lo secreto nos recompensará en público. Así que cuando ayunemos, hagámoslo con la convicción de que estamos honrando a nuestro Señor y buscando su rostro con un corazón sincero.