Salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo

¿De qué somos salvos? En el contexto de la salvación que proviene de Dios, somos somos salvos de la ira de Dios que se ha de derramar sobre los hijos de iniquidad, sobre aquellas personas que aborrecen lo bueno y se deleitan en las cosas malas, y Dios, por medio a nuestro Señor Jesucristo ha decidido salvarnos de su ira.

La Biblia expresa:

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.

El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

1 Juan 5:11-12

Lo cierto es que Dios a través de su Hijo nos ha dado vida eterna, y esa vida no empieza cuando pisemos el cielo, sino que empieza desde ya. Dios en su eterna soberanía y deidad decidió salvarnos, y esto fue desde aquel momento en el que Adán desobedeció los mandamientos de Dios, desde ese mismo momento Dios nos dio a su Hijo para que podamos ser salvos de la ira que se había de derramar, y esa ira que se supone que debió caer sobre nosotros cayó sobre Jesucristo y así demostró que nos amó con un amor inexplicable.

No hay razón para estar tristes hoy, no hay razón para querer devolverte en esta gran carrera de la fe, no hay razón para decir que Dios no te ama, pues, el más grande amor ya lo demostró enviando a su único Hijo para librarnos de su ira y brindarnos salvación a través de Jesucristo. ¡Gloria damos a Dios por eso!

Cuando hablamos de la salvación, no se trata simplemente de una idea religiosa, sino de una verdad espiritual que transforma por completo nuestra vida. Ser salvos significa que ya no estamos bajo condenación, que hemos sido declarados libres por la justicia divina, y que nuestras culpas fueron cargadas en la cruz del Calvario. Este acto de amor es el fundamento de nuestra fe, porque nos recuerda que nada de lo que podamos hacer por nosotros mismos sería suficiente para alcanzar la vida eterna; es un regalo que procede de la gracia de Dios.

Además, esta salvación nos ofrece esperanza en medio de un mundo lleno de incertidumbres. Cuando miramos alrededor vemos injusticias, maldad y corazones llenos de odio, pero la Palabra de Dios nos asegura que, aunque el pecado abunde, sobreabundará la gracia. Es un recordatorio de que nuestra esperanza no está en las circunstancias terrenales, sino en la promesa firme de que Cristo venció al pecado y a la muerte, y en Él también tenemos victoria.

El apóstol Pablo escribió en Romanos que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Esa declaración resume la esencia del Evangelio: todos merecíamos la condena, pero Dios, en su infinito amor, nos regaló la vida eterna a través de la obra perfecta de su Hijo. Este es un llamado a reconocer que la salvación no se puede comprar ni ganar, sino que se recibe con un corazón humilde y arrepentido que acepta a Jesús como Señor y Salvador.

Vivir bajo la certeza de la salvación también nos da paz. Muchas personas viven con miedo a la muerte, a lo que sucederá después de cerrar los ojos a esta vida, pero para quienes hemos creído en Cristo, la muerte ya no tiene poder. Jesús mismo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Con esa promesa podemos caminar seguros, sabiendo que aun las pruebas más duras no son el final, sino el comienzo de una vida gloriosa junto a nuestro Redentor.

Por eso, cada creyente debe recordar que la salvación no solo es un regalo, sino también una responsabilidad. Ser salvos implica vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, dejando atrás las obras de la carne y caminando en santidad. No se trata de perfección humana, sino de permitir que el Espíritu Santo transforme nuestros pensamientos, actitudes y acciones para reflejar el carácter de Cristo en todo lo que hacemos.

En conclusión, ser salvos significa haber pasado de muerte a vida, haber sido rescatados del poder del pecado y del juicio eterno, y ahora vivir bajo la gracia maravillosa de Dios. No olvidemos nunca que esa salvación costó un precio muy alto: la sangre de Jesucristo derramada en la cruz. Vivamos agradecidos, firmes en la fe, y compartiendo con otros el mensaje que también puede cambiar sus vidas. La salvación es el mayor regalo que un ser humano puede recibir, y es la mayor prueba del amor de Dios hacia nosotros.

Tú responderás, oh Señor
El Señor nos protege