El poder de la fe

Qué bueno es cuando logramos tener fe en nuestra vida. La fe es muy importante, es la que nos ayuda a permanecer creyendo en que Dios cumplirá lo que ha prometido en cada una de nuestras vidas. Sin fe no podríamos sostenernos, pues es el fundamento de nuestra esperanza. La fe es la que nos mantiene firmes cuando todo lo demás se derrumba, es ese escudo que nos protege en medio de la tormenta y la convicción que nos recuerda que Dios está al control, aunque no entendamos lo que sucede.

A veces llegan momentos difíciles en los cuales no tenemos alimentos, o quizá tenemos un familiar enfermo, o un amigo que está pasando por pruebas muy duras. Es en esos momentos cuando más necesitamos la fe. No se trata de una fe superficial, sino de una confianza profunda en que Dios tiene poder para sostenernos. ¿Cómo podemos lograr esto? Orando a Dios, pidiéndole que fortalezca nuestra fe y que permita que esta crezca día tras día. La fe no es algo que nace de nosotros mismos, sino que es un regalo del Señor que se cultiva con la oración, la Palabra y la obediencia.

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera,
la convicción de lo que no se ve.
Hebreos 11:1

El escritor de Hebreos nos da esta definición maravillosa. La fe es certeza y convicción. No se trata de simples deseos ni de optimismo humano, sino de una confianza plena en Dios. Creer aun cuando no vemos, confiar aun cuando no entendemos, esperar aun cuando parece que la respuesta no llega. Esa es la verdadera fe. La fe nos permite acercarnos a Dios sabiendo que Él nos escucha, y que cada oración que hacemos con sinceridad llega hasta su trono de gracia.

La fe es algo que brota desde lo más profundo del corazón que ama a Dios. Es la seguridad que experimentamos cuando doblamos rodillas y presentamos nuestras cargas al Señor. La fe nos dice: «Él está obrando, aunque aún no lo vea». Y cuando esa fe se activa, entonces obtenemos fuerzas para seguir adelante, para enfrentar el dolor, la escasez y las pruebas con una mirada fija en Cristo. No es fe en nosotros mismos ni en nuestras capacidades, sino fe en el Dios que todo lo puede.

Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
Hebreos 11:2

El autor continúa mostrándonos ejemplos de hombres y mujeres de la Biblia que fueron sostenidos por la fe. Abraham creyó en la promesa de un hijo cuando su edad avanzada decía lo contrario. Noé construyó un arca en obediencia, aun cuando no había llovido de esa manera antes. Moisés confió en que Dios abriría el mar Rojo para salvar a su pueblo. Todos ellos alcanzaron buen testimonio porque creyeron en lo imposible. La fe los hizo perseverar cuando lo lógico era rendirse. Y hoy, sus testimonios nos animan a confiar con la misma convicción.

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,
de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
Hebreos 11:3

La fe no solo nos ayuda a esperar promesas futuras, sino que también nos da entendimiento del pasado. Por la fe entendemos que todo lo creado existe porque Dios lo habló. La ciencia busca explicar el origen del universo, pero nosotros sabemos que la Palabra de Dios lo constituyó todo. Esto nos recuerda que el mismo Dios que creó el universo con su voz es el que sostiene nuestras vidas. Si pudo formar mundos de la nada, ¿cómo no podrá intervenir en nuestras dificultades?

La fe es vivir confiados en que Dios hará lo que ha dicho, aunque no lo veamos todavía. Es descansar en sus promesas, aun cuando todo parezca en contra. Por eso, no dudemos cuando pidamos algo al Señor. Creámosle, porque Él es fiel y cumple siempre. La fe es lo que nos permitirá permanecer firmes hasta el final, esperando la recompensa eterna. Alimentemos esa fe cada día y declaremos como los héroes de la fe: «Sé en quién he creído».

Eterno pastor
Siempre te guardaré