El indescriptible amor de Dios

¿Qué es el amor de Dios? Bueno, el amor de Dios es algo que ni siquiera podemos definir como tal, pues, cuando nos examinamos a nosotros mismos y a las personas que están a nuestro alrededor es cuando podemos ver los límites que sobrepasa el amor de Dios. Dios no necesita que hagamos buenas obras para amarnos, tampoco necesitó que fuéramos buenas personas para hacernos salvos y otorgarnos su gracia, y he aquí el centro de todo este enlace sobre el sublime amor de Dios por nosotros, su creación.

Nosotros somos dados a amar a las personas por el bien que nos hacen, pero cuando una persona nos hace el mal no la miramos con el mismo agrado, a diferencia de Dios, nuestro Creador nos ha amado aun nosotros haciendo el mal todos los días, su amor ha superado nuestra maldad, su luz ha superado nuestra oscuridad, su poder ha superado nuestra debilidad y su santidad ha superado nuestra humanidad.

Su amor no tiene límites, no mira la raza, la posición económica, la altura y la belleza, ¡no! Dios no es como nosotros, Él no mira ninguna de estas cosas, simplemente Él nos ama como nadie nos ama y esto sin nosotros merecerlo en lo absoluto.

Un buen versículo de la Biblia para amar del amor de Dios es el siguiente:

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

1 Juan 4:10

Debemos leer muy bien este versículo para que tomemos con mucha seriedad lo indescriptible que es el amor de Dios. No usemos la arrogancia de pensar que somos cristianos porque un día así lo decidimos, más bien, somos cristianos porque así Dios le decidió. Nosotros no nos sentamos y dijimos: «hoy comenzaré a amar a Dios», lo contrario, Dios fue quien decidió amarnos a nosotros y esto de verdad que es un amor que trasciende lo natural.

Gloria sea a nuestro Dios que nos ha amado con un amor tan grato y en esto nos gozamos cada día, en que sin nosotros merecerlo nos amó con un grande amor.

Cuando hablamos del amor de Dios debemos entender que no se trata de un sentimiento pasajero o condicionado, como solemos experimentar entre los seres humanos. El amor divino es eterno, constante y firme, nunca cambia con el tiempo ni con las circunstancias. La Biblia nos recuerda que Dios es amor, y al ser parte de su naturaleza, este nunca dejará de existir. Su amor se manifiesta tanto en los momentos de alegría como en los de dificultad, acompañándonos y sosteniéndonos incluso cuando todo a nuestro alrededor parece desmoronarse.

A lo largo de la historia bíblica vemos múltiples ejemplos de cómo Dios manifestó su amor. Al pueblo de Israel lo rescató de la esclavitud en Egipto, les dio maná en el desierto y los condujo a la tierra prometida. A pesar de que muchas veces ellos le fueron infieles, el Señor mostró misericordia y renovó su pacto, recordándonos que su amor es más grande que nuestros errores. En el Nuevo Testamento, el acto supremo de amor fue enviar a Jesucristo a morir en la cruz, dando su vida por los pecadores. Ningún ser humano puede comparar su amor con este sacrificio.

El amor de Dios también nos transforma. No es un amor que se limita a palabras bonitas, sino que cambia nuestro corazón, nos hace nuevas criaturas y nos motiva a vivir en santidad. Cuando experimentamos este amor, aprendemos también a perdonar a quienes nos ofenden, a mostrar misericordia con el necesitado y a vivir en paz con nuestro prójimo. De esta manera, el amor de Dios no solo nos alcanza, sino que se refleja a través de nuestras acciones.

En la vida diaria, este amor se percibe en detalles pequeños y grandes: en el aire que respiramos, en la familia que nos rodea, en las oportunidades que se nos presentan, en el consuelo en medio de las pruebas y en la esperanza que no defrauda. Aunque el mundo esté lleno de maldad y sufrimiento, el amor de Dios brilla como una luz que nunca se apaga, recordándonos que no estamos solos y que tenemos un Padre celestial que cuida de nosotros.

Finalmente, debemos recordar que el amor de Dios es inclusivo, no excluye a nadie. No importa el pasado, los pecados o los errores cometidos, su amor siempre está dispuesto a perdonar y restaurar. Esta es la buena noticia del evangelio: que aun siendo indignos, Dios nos amó primero y nos abrió el camino de la salvación. Por eso, cada día debemos agradecer y vivir con gozo, reconociendo que hemos sido alcanzados por un amor que sobrepasa todo entendimiento humano.

Conclusión: El amor de Dios es incomparable, infinito y eterno. Es un amor que no se basa en méritos humanos, sino en la gracia y misericordia divina. Este amor transforma, restaura y da vida. Por ello, nunca debemos dudar de que en cada circunstancia, buena o mala, Dios está con nosotros, amándonos con un amor que jamás se agota.

Vivimos por fe, no por vista
No temas, porque yo estoy contigo