Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas

A lo largo de la vida todos enfrentamos momentos de cansancio, de agotamiento físico, mental o espiritual. El esfuerzo constante, las responsabilidades, los retos y las pruebas parecen sobrecargarnos. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que no somos los únicos que atravesamos estas dificultades. Desde tiempos antiguos, la comparación con los atletas ha servido para ilustrar la perseverancia y el esfuerzo que requiere vivir con fe y caminar en obediencia a Dios.

Todo deportista se cansa a la hora de ejercer su labor en el terreno, y un gran ejemplo que tenemos es el de aquellos atletas que corren en una pista, todos ellos corren por una medalla que llevarán colgada por unos simples minutos y serán reconocidos por todos y esto hace que cuando estén corriendo, aun no teniendo fuerzas para seguir en la pista, estando exhaustos y agobiados por el cansancio, se renueven, saquen fuerzas de donde no hay, porque ellos quieren el honor de una medalla.

La Biblia compara nuestro peregrinaje con el de los atletas, pues, nosotros también estamos corriendo una carrera donde nos cansamos, donde nos da sed, donde muchas veces no queremos seguir corriendo, porque simplemente nuestras fuerzas se acaban y sentimos que nos estamos asfixiando. ¿Debemos caer en plena pista? Bueno, si es con nuestra propia fuerza que estamos corriendo, de cierto caeremos, pero si corremos esta carrera apoyados en la gran fuerza de Dios, entonces Dios nos dará fuerzas.

Isaías dijo:

28 ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance.

29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.

30 Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen;

31 pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.

Isaías 40: 28-31

Este pasaje es uno de los más alentadores de la Escritura, porque nos enseña que Dios no se cansa ni se fatiga, y que Él está dispuesto a dar fuerzas renovadas a quienes confían en Él. Así como el atleta se motiva pensando en la medalla, nosotros debemos mirar a Cristo, quien es nuestra recompensa eterna. No corremos por un premio pasajero, sino por una corona incorruptible que nadie nos podrá quitar.

En medio de esa carrera tan difícil Dios nos promete una ayuda, pero para recibir esa ayuda debemos confiar plenamente en Él, y una parte que me gusta mucho de los versos antes citados es cuando dice: «Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas». ¿Te das cuenta qué quiere decir esto? Esto trata de que aunque no tengamos ninguna fuerza, o sea, que estemos abatidos en medio de la pista sin poder correr, pues entonces Dios multiplica la fuerza que ni siquiera tenemos. Dios es experto haciendo esto, Él no necesita de nuestra fuerza, mas de nuestra debilidad saca fuerzas de donde no hay ninguna, y es por esto que Dios le dice a Pablo: «Bástate mi gracia porque mi poder se perfecciona en la debilidad».

Cada día enfrentamos situaciones que nos desgastan: enfermedades, problemas familiares, deudas, decepciones y luchas internas. Humanamente es normal sentirse débil ante tanta carga, pero es justamente en esos momentos donde la fe se vuelve esencial. El cristiano que confía en Dios descubre que en su fragilidad hay un espacio perfecto para que el poder divino se manifieste. Es ahí donde se cumple la promesa de Isaías: correremos y no nos cansaremos, caminaremos y no nos fatigaremos.

La metáfora del águila es poderosa. Este animal no teme a la tormenta, sino que aprovecha los vientos fuertes para elevarse más alto. Así mismo, cuando ponemos nuestra esperanza en Dios, las dificultades que parecían destruirnos se convierten en un impulso para crecer, madurar y fortalecer nuestra fe. No se trata de negar los problemas, sino de enfrentarlos con la certeza de que no caminamos solos.

Esperemos en Dios y Él multiplicará nuestras fuerzas, Él nos hará levantar alas como las águilas y correremos esta carrera sin cansarnos, caminaremos sin fatigarnos. ¡Esperemos en Dios!

En conclusión, la vida cristiana es una carrera que requiere perseverancia, paciencia y sobre todo confianza en el Señor. No corremos con nuestras propias fuerzas, sino sostenidos por el poder de Dios. Mientras los atletas buscan una medalla temporal, nosotros tenemos la esperanza de una gloria eterna. Si hoy te sientes cansado, recuerda que el Dios eterno nunca se fatiga, y que Él es capaz de renovar tu corazón para que sigas adelante hasta alcanzar la meta final.

Resistid al diablo y huirá de vosotros
Por qué te abates, oh alma mía