Aunque la higuera no florezca, me alegraré en Jehová

Dice un dicho que momentos difíciles tenemos todos, pero yo agrego que no todos sabemos contentarnos en medio de esas situaciones tan dolorosas. La diferencia no está en evitar los problemas, sino en cómo reaccionamos cuando llegan. Siempre he dicho que los momentos difíciles son los que nos ayudan a madurar nuestra fe. Son amargos, duelen, nos hacen llorar y muchas veces nos quitan el sueño, pero al mismo tiempo, cuando son enfrentados con los ojos puestos en Dios, nos conducen a un nivel más profundo de confianza en Él. Y lo más importante: siempre tienen una salida, no al tiempo nuestro, sino al tiempo perfecto de Dios. Por eso, en la prueba más difícil debemos pedirle al Señor que nos enseñe a confiar con todo nuestro corazón.

Muchos hombres y mujeres en la Biblia profesaron esta fe inconmovible en medio de circunstancias que humanamente parecían imposibles. Ellos nos dejaron ejemplos claros de que el poder de Dios se perfecciona en la debilidad. Aunque en algún momento se sintieron vulnerables, el Señor fortaleció su fe para que permanecieran firmes. Uno de los ejemplos más impactantes lo encontramos en los tres jóvenes hebreos —Sadrac, Mesac y Abed-nego— quienes prefirieron ser lanzados al horno de fuego antes que inclinarse ante una estatua. La fidelidad a Dios era más importante que la vida misma. Otro ejemplo lo vemos en David frente a Goliat: no midió la grandeza de su enemigo, sino que midió la grandeza de su Dios. Con una fe sencilla y con una piedra en la mano, derrotó al gigante que paralizaba a todo un ejército.

También encontramos la declaración del profeta Habacuc, quien nos enseña una de las lecciones más profundas de la fe. Sus palabras se levantan como un canto de esperanza aun en medio de la peor crisis.

Querido lector, hoy puedes tomar la decisión de ver tus pruebas no como un castigo, sino como una oportunidad para crecer en la fe. Dios está contigo en el valle de lágrimas, y si confías en Él, pronto transformará tu tristeza en alegría y tu dolor en testimonio. Aprende a decir con confianza que tu gozo no depende de las circunstancias, sino de la presencia del Dios eterno que nunca cambia. Esa es la verdadera victoria en medio de los momentos difíciles.

Regocijo en el cielo
Andemos como hijos de luz