Dios te llama sin importar tu capacidad

Desde tiempos antiguos, los hombres y mujeres han tenido la tendencia a pensar que los llamados de Dios se hacen según la capacidad humana, la preparación académica o las habilidades que se poseen. Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña una verdad mucho más profunda: Él no mira lo que el hombre mira, sino que ve el corazón y obra conforme a su propósito eterno. Esta reflexión nos recuerda que, delante de Dios, no son nuestros talentos naturales lo que determina nuestra utilidad, sino Su poder y gracia en nosotros.

Hay personas que piensan que Dios nos llama por nuestra capacidad. Muchos creen que el apóstol Pablo fue grande por los estudios que desarrolló con Gamaliel, pero eso es falso, puesto que él mismo dijo: «Pues quiero que sepáis, hermanos, que el evangelio que fue anunciado por mí no es según el hombre. Pues ni lo recibí de hombre, ni me fue enseñado, sino que lo recibí por medio de una revelación de Jesucristo» ( Gálatas 1:11-12).

Dios no nos llama por nuestra capacidad, porque seamos intelectuales o analfabetos, porque seamos ricos o pobres, porque seamos pequeños o altos, ante el Padre de las luces esto no tiene ningún tipo de significado, Dios hace con quien Él quiera y lo capacita como no te imaginas, y esto lo podemos ver con un personaje llamado Pedro, que siendo un hombre sin letras, predicó un mensaje y miles se convirtieron a Cristo.

Este ejemplo de Pedro es impresionante porque nos enseña que lo más importante no es la preparación académica, sino la unción del Espíritu Santo. Pedro, un pescador común, sin formación en las escuelas de su época, se levantó en el día de Pentecostés con un mensaje tan poderoso que tres mil almas fueron añadidas a la iglesia. Esa transformación no fue producto de su capacidad personal, sino de la obra divina en su vida.

En la Biblia tenemos otra historia bien interesante, y es la de Moisés, considerado el líder más grande del Antiguo Testamento. En el capítulo cuatro del libro de Éxodo Dios le hace un llamado, le muestra señales para que contemple lo poderoso que es Dios, y lo estaba designando como el libertador del pueblo de Israel de Egipto.

Moisés no tardó mucho en poner excusas, pues le dijo a Dios:

Entonces dijo Moisés a Jehová: !!Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.

Éxodo 4:10

Muchos de nosotros al igual que Moisés hemos dicho: ¡Ay, Señor! Hemos puesto la excusa de que no estamos capacitados o no tenemos las aptitudes necesarias para algo, de que no sabemos hablar, de que somos tímidos, etc. Pero a Dios no le interesa nada de esto, Dios no mira nuestra capacidad, lo único que Él mira es Su propósito en nosotros.

Cuando Moisés alegaba que no podía hablar bien, Dios le respondió mostrando que Él es quien da la boca al hombre y quien da las habilidades para cumplir el llamado. Esto nos demuestra que ninguna limitación humana es un obstáculo para el poder de Dios. Al contrario, muchas veces Él se glorifica más a través de nuestras debilidades para que quede claro que es Su obra y no la nuestra.

Este hombre, que le presentó a Dios la excusa de que no sabía hablar, se convirtió en el gran libertador del pueblo de Israel, en el hombre que Dios usó para mostrar su gloria frente a Faraón. A través de su vida entendemos que lo imposible para nosotros es posible para Dios cuando confiamos en Él.

Lo mismo viene para nosotros, Dios puede hacer grandezas con nosotros y nos ha llamado con un propósito eterno. No pongamos excusas para ser usados por Dios, pues para esto es que hemos sido llamados.

En conclusión, la historia de Pablo, Pedro y Moisés nos recuerda que la grandeza del llamado no depende de quiénes somos, sino de quién es Dios en nosotros. Él escoge lo vil y lo menospreciado para avergonzar lo fuerte y lo sabio, y de esa manera Su gloria se manifiesta. Así que, si alguna vez piensas que no eres capaz, recuerda que tu capacidad no viene de ti, sino de Dios, quien te llamó y te sostiene. Atrévete a responder a Su llamado sin excusas, porque en Su voluntad siempre encontrarás propósito y victoria.

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