He notado con preocupación una frase muy usada por los autodenominados «Apóstoles» y los predicadores de la prosperidad: “Yo te bendigo”. En mi opinión personal, nosotros como simples mortales no somos quienes para bendecir, quien bendice es Dios. Ahora bien, fuera de mi opinión, investiguemos un poco para saber si es correcto el «Te bendigo»:
Primero, analicemos la definición de la palabra «bendecir«. Según el diccionario de la Real Academia Española:
bendecir. 1. ‘Alabar o ensalzar [a Dios, o a alguien o algo beneficioso]’, ‘conceder Dios la gracia divina [a algo o a alguien]’, ‘invocar [en favor de alguien o algo] la bendición divina’ y ‘consagrar [algo] al culto divino’.
La definición de bendecir, según el diccionario de nuestra lengua, tiene cuatro vertientes claras:
- Bendecir es alabar o ensalzar.
- Es cuando Dios concede.
- Es invocar la bendición divina.
- Consagrar algo al culto divino.
Como hemos visto, las vertientes 2 y 3 nos sugieren con claridad que es Dios quien bendice. La vertiente 1 nos recuerda que, cuando de nuestra boca salen bendiciones, estas deben ser dirigidas hacia Dios, para exaltar Su nombre, o hacia alguien en un sentido de alabanza y gratitud, pero no en el sentido de otorgar poder sobrenatural. La vertiente 4, sobre consagrar algo al culto divino, deja claro que este acto pertenece a un ámbito solemne, espiritual y sagrado.
Invocar la bendición divina
De las definiciones vistas, enfoquémonos en la número tres y en el título de este artículo: ¿Te bendigo o Dios te bendiga?. Cuando digo «Dios te bendiga», no estoy otorgando una bendición por mí mismo, sino pidiendo que Dios actúe sobre tu vida, que derrame gracia en tu estado espiritual, material o emocional. Es una oración, un ruego dirigido al cielo, para que el Señor sea quien obre.
En cambio, si digo simplemente «Te bendigo», la frase queda vacía si no está acompañada de un acto real. Una bendición verdadera no es solo palabra, sino también acción que trae bienestar. Por ejemplo, si alguien dice «Te bendigo», pero no hace nada más, no ha bendecido realmente. En cambio, si acompaña esas palabras con una obra concreta, como dar alimento al hambriento, ayudar al necesitado o proveer un consuelo al afligido, entonces esa expresión cobra sentido y valor práctico.
La Biblia nos recuerda que las palabras tienen poder, pero también que la fe sin obras es muerta (Santiago 2:17). Decir «Te bendigo» sin estar dispuesto a dar algo tangible puede convertirse en un ritual vacío. En contraste, el verdadero creyente refleja el carácter de Cristo no solo con palabras, sino con actos de servicio, amor y compasión. Cuando decimos “Dios te bendiga”, reconocemos que la fuente de todo bien es Dios, y que lo que deseamos para la otra persona solo puede venir de Él.
Ahora bien, no podemos negar que en algunas culturas o congregaciones esta frase se ha vuelto un saludo común. Pero es importante que no vaciemos de contenido las palabras bíblicas. Alguien que repite constantemente «te bendigo» sin pensar en su verdadero significado puede terminar trivializando un concepto profundamente espiritual. El apóstol Pablo siempre usaba expresiones como «Gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con vosotros» (Romanos 1:7). Notemos que siempre colocaba a Dios como el origen de la bendición, nunca a sí mismo.
Por lo tanto, debemos ser cuidadosos. Cuando uses la frase “Dios te bendiga”, hazlo con plena conciencia de que no depende de ti, sino del Señor. Y si alguna vez dices “te bendigo”, procura que no quede en meras palabras, sino que vaya acompañado de una acción de bien hacia la otra persona. La verdadera bendición no solo se pronuncia, se vive, se comparte y se manifiesta en obras concretas de amor y misericordia.
En conclusión, la enseñanza que podemos sacar es que la bendición proviene siempre de Dios. Nosotros podemos invocarla, desearla y, en cierto sentido, ser canales de ella cuando ayudamos y hacemos el bien. Pero jamás debemos olvidar que toda bendición verdadera procede del Señor, que es el único que concede gracia, transforma corazones y provee de manera completa. Al final, lo más correcto y bíblico es decir con humildad: “Dios te bendiga”.