Tenemos a nuestro Dios en nuestro frente, enseñándonos las maravillas que Él hace en nuestras vidas, para que tengamos gran bendición y Le glorifiquemos porque todas las cosas cambian para bien. La presencia de Dios es una guía constante, un faro que ilumina nuestros pasos en medio de la oscuridad de este mundo. Nada escapa a Su mirada, nada sucede fuera de Su voluntad, y si abrimos nuestro corazón, podremos ver cómo cada detalle de nuestra vida está siendo moldeado por Sus manos de amor y rectitud.
Nuestros propósitos están en las manos de Dios. Él nos muestra el sendero, enciende una luz en medio de las tinieblas, y quita las vendas que por tanto tiempo nos cegaban. Muchas veces creemos que tenemos el control absoluto de nuestras decisiones, pero la verdad es que solo en Dios encontramos la dirección correcta. Él endereza nuestros caminos cuando estamos desviados y nos coloca en la senda de justicia. Cada paso que damos, si está encomendado a Él, tiene un propósito eterno y conduce a una meta segura.
Seamos justos, actuemos como Dios nos manda en Sus Santas Escrituras, aceptemos la corrección y, ante todo, actuemos con obediencia. No rechacemos la sabiduría que es enviada por nuestro Dios hacia nosotros, porque cada una de las cosas que el Señor hace tiene un propósito. Muchas veces, esa corrección puede parecer dura, pero recordemos que el Padre que ama disciplina al hijo que recibe. Si escuchamos Su voz y seguimos Su instrucción, podremos caminar con confianza por cualquier camino, sin temor, evitando toda piedra de tropiezo.
La ignorancia de un hombre hacia Dios puede ocasionar su propia perdición, desviándolo por caminos incorrectos. El orgullo, la autosuficiencia y la rebeldía son señales claras de un corazón que no quiere escuchar la voz del Señor. Pero aun en medio de la necedad humana, Dios permanece ofreciendo Su gracia y Su sabiduría. Él es justo y nos bendice con discernimiento para que podamos identificar el peligro que acecha en cualquier lugar. El Señor no nos deja a la deriva; Su Palabra es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino.
De Dios solo recibimos cosas buenas. Nuestro Dios no cambia, Su naturaleza es perfecta, y todo lo que proviene de Él es santo, justo y verdadero. Lo que Él desea es que podamos servirle con un corazón sincero y que compartamos Su Palabra con los demás. Que testifiquemos de lo bueno y justo que Él es, de las maravillas que encontramos en Su presencia, de cuán grande es Su amor y Su misericordia. No hay nada más valioso que ser portadores de este mensaje de esperanza en un mundo que tantas veces se rinde al pecado y a la desesperanza.
8 Bueno y recto es Jehová; Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino.
9 Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera.
Salmos 25:8-9
Este pasaje nos recuerda la bondad y rectitud de nuestro Dios. Él no solo guía a quienes ya lo conocen, sino que también ofrece Su dirección a los pecadores para que puedan arrepentirse y volver a la senda correcta. El Señor se deleita en enseñar a los humildes y a los mansos, porque son estos los que reconocen su necesidad de Él. La altivez cierra puertas, pero la humildad abre el camino hacia el aprendizaje y la transformación en Cristo.
Este es nuestro Dios, bueno y recto, que enseña Su buen camino. Alabemos Su nombre y exaltémosle con alabanzas de corazón al Dios de nuestra salvación. Su justicia está entre nosotros para siempre y Su misericordia nunca se aparta de aquellos que confían en Él. Así como el salmista clamaba con fe, también nosotros podemos vivir con la certeza de que Dios nos guía y sostiene. Por eso, no tengamos temor, sigamos caminando firmes en Sus sendas, pues en Sus manos encontraremos paz, justicia y vida eterna.