Hoy veremos un versículo de los salmos muy conocido por muchos y que es una expresión del salmista David, cuando dio gracias al Señor al serle concedida una gran victoria sobre sus enemigos.
David reconocía que solo Dios podía ceñirlo de poder, que solo Dios conocía su camino, que Dios podía guiarlo, fortalecerlo y darle la victoria en cualquier lugar.
Son impresionantes las palabras de David en esos momentos delicados. No había muros que lo detuvieran, ni montes, ni valles, porque todo lo que este hombre hacía, lo hacía en el nombre del Señor.
Tus caminos serán limpiados, caminarás por caminos delicados y serás protegido por Dios, no dudes y confía, pide fuerzas al Señor y Él te escuchará desde los cielos. Solo confía en Él, porque Él asegura nuestros caminos. Sea nuestro Dios alabado para siempre por los siglos de los siglos. Cree en Él y tus caminos serán afirmados y Él te ceñirá de poder y fuerzas.
Este salmo nos recuerda que la verdadera fortaleza no proviene de nuestras habilidades, ni de nuestras armas, ni de nuestra inteligencia, sino del Señor que nos sostiene. David había sido un hombre de guerra, había vencido gigantes, había enfrentado ejércitos, pero nunca dejó de reconocer que la fuente de su victoria era Dios. Esta actitud es una enseñanza clara para nuestras vidas: cuando ponemos a Dios primero, todo lo demás encuentra su lugar.
Muchas veces caminamos por sendas difíciles, atravesamos momentos de incertidumbre, crisis familiares, problemas económicos o enfermedades, y creemos que no podremos soportar. Sin embargo, al igual que David, debemos recordar que Dios nos ciñe de poder. Él no promete que no habrá batallas, pero sí asegura que no estaremos solos en medio de ellas.
Este pasaje también nos habla de la perfección del camino que Dios traza. En ocasiones no entendemos por qué atravesamos determinadas pruebas, pero más tarde comprendemos que eran parte del plan divino para hacernos más fuertes, más humildes y más dependientes de Su gracia. Así, cada paso, incluso el más doloroso, contribuye a perfeccionar nuestro camino en el Señor.
Podemos ver ejemplos claros en la Biblia: José fue vendido por sus hermanos, sufrió la cárcel injustamente, pero al final Dios usó ese camino para llevarlo al trono de Egipto y salvar a su familia. Daniel fue llevado cautivo a Babilonia, pero ese mismo trayecto doloroso lo llevó a ser instrumento de Dios en medio de reyes paganos. Así también, los caminos que parecen duros pueden convertirse en rutas de bendición cuando confiamos en el Señor.
Por eso, amado lector, si hoy sientes que tu carga es pesada o que tu camino es oscuro, recuerda que el Señor es quien te fortalece. No te apoyes en tu propia prudencia ni en tus fuerzas limitadas, confía en Aquel que puede afirmarte, levantarte y darte nuevas fuerzas como las del búfalo. El mismo Dios que estuvo con David es el que hoy camina contigo.
Cuando reconocemos que Dios es quien perfecciona nuestros caminos, aprendemos a descansar en Su voluntad y no en nuestros planes. Esto nos da paz en medio de la tormenta y seguridad en medio de la incertidumbre. Dios nunca falla, Él siempre cumple lo que promete, y sus planes son mejores que los nuestros.
En conclusión, tomemos esta palabra como una promesa viva. Así como David se levantó con gratitud y con confianza en Dios después de sus batallas, también nosotros podemos declarar que el Señor es quien nos ciñe de poder y hace perfecto nuestro camino. Si permanecemos firmes en la fe, veremos Su gloria manifestada en cada aspecto de nuestras vidas. Alabemos, entonces, al Dios que nos fortalece, que endereza nuestros pasos y que asegura nuestra victoria en Cristo Jesús.