Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios

Cuando obedecemos a nuestro Dios, hacemos las cosas correctamente. Él es nuestro Dios y salvador, al cual debemos escuchar y obedecer, pues Él sabe todas las cosas, conoce el presente, el pasado y el futuro, ese es nuestro Dios, creador de todas las cosas.

Algo también pasa cuando somos obedientes, y es que cada una de estas cosas nos benefician en gran manera a cada uno de nosotros. Por eso es bueno que cada día seamos sabios en la sabiduría de Dios, y que podamos llevar Sus palabras en cada uno de nuestro corazones.

La obediencia a nuestro Dios es muy importante, ya que no hay otra cosa que agrade a Dios más que la obediencia.

De aquí podemos aprender algo y es que podemos ofrecer a Dios todo lo que humanamente podamos ofrecerle, pero esto no nos servirá de nada si no cumplimos con Su Palabra y no hacemos lo que él nos manda. Seamos obedientes a nuestro Dios, pues esta es una de las bases fundamentales para alcanzar la salvación de nuestras almas.

La obediencia es una evidencia clara de nuestro amor hacia Dios. Jesús mismo enseñó a Sus discípulos que si lo amaban, debían guardar Sus mandamientos. Esto significa que la obediencia no es solo una regla impuesta, sino una respuesta de amor hacia el Padre que nos ha dado la vida y nos ha mostrado Su misericordia. Cada acto de obediencia, aunque parezca pequeño, tiene un gran valor delante de Dios, porque demuestra que confiamos en Su voluntad.

En la vida diaria, obedecer a Dios se refleja en nuestras decisiones, en la forma en que tratamos a los demás, en cómo cuidamos de nuestra familia y en cómo respondemos ante las pruebas. Ser obediente no significa que no enfrentaremos dificultades, sino que, aun en medio de ellas, seguimos confiando en que la voluntad de Dios es buena y perfecta. Esto nos da paz, porque sabemos que estamos caminando en el propósito divino.

Podemos encontrar muchos ejemplos de obediencia en la Biblia. Abraham, por ejemplo, obedeció a Dios cuando le pidió que dejara su tierra y su parentela para ir a un lugar que no conocía. Moisés obedeció cuando fue enviado a liberar al pueblo de Israel, a pesar de sus temores y limitaciones. Jesús, el Hijo de Dios, nos dio el ejemplo supremo de obediencia al Padre, cuando aceptó ir hasta la cruz por amor a nosotros. Estos ejemplos nos muestran que la obediencia es un camino de fe y confianza.

Por otro lado, la desobediencia trae consecuencias dolorosas. Tal como le ocurrió a Saúl, muchas veces el deseo de hacer nuestra propia voluntad nos aparta del plan perfecto de Dios. La desobediencia abre puertas a la confusión, al fracaso y al sufrimiento. No porque Dios nos quiera dañar, sino porque alejarnos de Sus mandamientos significa caminar sin la luz que guía nuestro camino.

La obediencia también nos protege. Cuando escuchamos y seguimos la voz de Dios, evitamos caer en trampas que pueden destruirnos. Sus mandamientos no son cargas pesadas, sino consejos llenos de amor que nos libran de muchos males. Por ejemplo, cuando obedecemos el mandamiento de no mentir, evitamos consecuencias negativas que una mentira puede traer. Cuando obedecemos el llamado a perdonar, nuestro corazón se libera de la amargura. Así, la obediencia se convierte en una bendición constante.

Querido lector, el llamado hoy es a examinar nuestra vida y preguntarnos si estamos siendo obedientes a Dios. No se trata solo de escuchar la Palabra los domingos, sino de vivirla cada día en nuestras acciones. Obedecer a Dios nos garantiza una vida en paz, una conciencia tranquila y la seguridad de que estamos bajo Su cuidado.

En conclusión, la obediencia a Dios no es una opción secundaria, sino la base de una vida espiritual sólida. Es mejor obedecer que sacrificar, porque lo que Dios busca es un corazón dispuesto a seguirle en todo. Seamos hombres y mujeres que honran al Señor con nuestra obediencia diaria, sabiendo que en ella está el camino a la verdadera bendición y a la vida eterna.

Una gran enseñanza sobre las riquezas
Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino

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