Alabaré a mi Señor, porque Él sigue siendo mi guía y mi refugio

Alabar a Dios es nuestro deber, porque todo lo que somos y aún lo que tenemos es porque Él ha sido bueno y lo ha permitido. Él nos ha bendecido grandemente, demos gloria porque nuestro Dios soberano siempre está presente.

Desde los tiempos más antiguos, el pueblo de Dios ha tenido la convicción de que la alabanza es una respuesta necesaria al amor y la fidelidad del Señor. No se trata solo de cantar con los labios, sino de vivir una vida rendida en gratitud. La alabanza nace de un corazón agradecido, de un espíritu que reconoce que todo lo que tenemos proviene del Creador. Cuando levantamos nuestra voz en adoración, proclamamos que nuestra existencia no depende de la suerte, ni de los hombres, sino del Dios que gobierna los cielos y la tierra.

Glorifiquemos el nombre de nuestro grande y poderoso Dios, porque Él es nuestro guía en nuestro caminar día tras día. El Señor nos cuida en la trayectoria que llevamos, sea al trabajo, a la universidad, a cualquier otro lugar donde nos dirijamos. ¿Cómo no levantar nuestras manos para dar gracias a nuestro Dios, dando alabanzas y cantando himnos de gloria a Su santo y bendito nombre?

La vida está llena de desafíos, pero cuando reconocemos a Dios como nuestro refugio, podemos caminar con confianza. Los cánticos de alabanza fortalecen nuestro espíritu y nos recuerdan que no estamos solos. Cada himno entonado, cada oración elevada en adoración, es un recordatorio de que el Señor sigue acompañándonos. Así como el pueblo de Israel cantaba después de ser librado de Egipto, nosotros también debemos elevar cánticos de gratitud por las victorias grandes y pequeñas que Dios nos concede.

Cantaré al Señor, anunciaré que no hay otro como Él, lo alabaré siempre ya que Él es mi refugio y en nadie más me podré refugiar sino en mi Padre celestial. Por eso mis cánticos dirigiré hacia Él porque Él es El Dios de mi salvación, el que me sustenta cada día.

En medio de las pruebas, la alabanza se convierte en un arma poderosa. No es solo una expresión de gozo, también es una declaración de fe. Cuando alabamos, aunque estemos en medio de la dificultad, le decimos a nuestra alma que confíe en el Señor, que Él tiene el control de todo. La Biblia relata que Pablo y Silas, estando en prisión, alababan a Dios con himnos, y las cadenas se rompieron. Esa es la fuerza de la alabanza genuina: abre puertas, derriba murallas y renueva la esperanza.

¿Cómo me quedaré callado delante del Dios que ha creado todas las cosas? Él es mi Rey y Salvador eterno. Con mi boca daré cánticos nuevos y cantaré de Sus grandes hazañas delante de nosotros. Dios no se aparta de nosotros, sigue siendo fiel y nos ayuda.

7 Jehová es mi fortaleza y mi escudo;
En él confió mi corazón, y fui ayudado,
Por lo que se gozó mi corazón,
Y con mi cántico le alabaré.

8 Jehová es la fortaleza de su pueblo,
Y el refugio salvador de su ungido.

Salmos 28:7-8

El salmista, además de hacer plegarias, también daba cánticos de alabanzas a Dios porque Dios era quien le sostenía, le cuidaba y le ayudaba, pues mira cómo dice en los versículos anteriores, que su corazón confió y fue ayudado. Alabemos a Dios por Su ayuda y refugio, confía en Dios y no dudes de Él porque Él seguirá siendo tu refugio y tu ayudador.

Así como David elevaba sus cánticos en medio de las batallas, también nosotros podemos cantar con alegría, seguros de que el Señor es quien pelea por nosotros. Cada alabanza es un testimonio vivo de que Dios está presente en nuestras vidas. No importa la circunstancia, siempre habrá un motivo para cantar, porque el simple hecho de estar con vida es suficiente para exaltar a Aquel que nos sostiene.

Por tanto, no dejemos que el cansancio o las dificultades apaguen nuestra adoración. Recordemos que fuimos creados para alabar a Dios, y mientras tengamos aliento en nuestros pulmones, nuestra voz debe resonar en gratitud. Vivamos cada día en actitud de alabanza, sabiendo que el Señor es digno de toda honra, gloria y poder. Alabemos con gozo, porque nuestro Dios es fiel, y Su misericordia es para siempre.

Alabad a Dios en toda Su hermosura
Alabemos al Señor aunque andemos en valle de sombra de muerte