No importa la circunstancia que estés viviendo, solo adora al Señor con gozo porque se acerca el gran día maravilloso cuando todo ojo le verá. Alaba a Dios por esta maravillosa obra.
Adora al Señor aunque todo en tu vida se torne difícil, porque Su Espíritu es el que te sostiene, recordemos que nuestro Señor dejó Su Espíritu para que nos ayude en los momentos difíciles, momentos en los cuales no tenemos fuerzas, pero glorifica a Dios con gozo porque Él está con nosotros, así mismo como nos dice Su Palabra viviremos, moraremos con Él por los siglos de los siglos.
Adoremos el nombre de nuestro Dios por Sus promesas que son grandes en nuestras vidas, esas promesas que nunca fallan. Él dijo «me voy, pero no los dejo solos, dejaré mi Espíritu para que les ayude en los momentos difíciles, para consolarlos y darles fuerzas para que podamos continuar en el camino de nuestro Señor».
Por eso debemos estar más que gozosos en El Señor, Él dijo que vendría y que antes de Su venida veríamos Sus Palabras cumplirse y después de estas se manifestaría la venida de nuestro Señor grande y poderoso. Hermanos, seamos fieles al gran llamado de nuestro Señor, adoremos al Dios todo poderoso por esta obra tan grande y especial hacia nosotros.
16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel,
y con trompeta de Dios, descenderá del cielo;
y los muertos en Cristo resucitarán primero.17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado,
seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con el Señor.1 Tesalonicenses 4:16-17
Creamos a esta fiel promesa del Señor, seamos diligentes en todo. Mantengamos nuestro gozo en El Señor, porque el gran día está cerca, que nuestra mirada solo sea a Dios y caminemos confiados, Él está con nosotros.
Cuando meditamos en esta promesa gloriosa, recordamos que la vida cristiana no se trata solo de pasar por pruebas, sino de mantener la mirada en la esperanza eterna. La venida de Cristo nos anima a perseverar con fe, a mantenernos firmes en el camino y a no desmayar, porque nuestra recompensa no está en la tierra, sino en los cielos. Así como los discípulos esperaban con ansias el regreso de su Maestro, también nosotros debemos vivir cada día con expectativa y gozo.
El mismo apóstol Pablo exhortaba a las iglesias a mantenerse en vigilancia y en oración, pues nadie sabe el día ni la hora en que Cristo regresará. Por eso, es necesario que cada cristiano se prepare espiritualmente, manteniendo una vida de oración, lectura de la Palabra y obediencia a los mandamientos del Señor. Una vida santa y consagrada es la mejor manera de esperar la venida de Cristo, porque sin santidad nadie verá al Señor.
A lo largo de la historia, muchos creyentes enfrentaron persecuciones, cárceles y sufrimientos, pero se sostuvieron en esta esperanza: “Cristo viene pronto”. Esta convicción fue la que los mantuvo firmes hasta el final, y de la misma manera debe mantenernos a nosotros hoy en medio de las dificultades. No importa si las pruebas parecen insuperables, la esperanza en la promesa del arrebatamiento nos da fuerzas para seguir adelante.
Además, el Espíritu Santo, que es nuestro Consolador, no solo nos sostiene en la debilidad, sino que también nos recuerda cada día que somos hijos de Dios y herederos de Su gloria. Esa comunión íntima con el Espíritu nos fortalece y nos impulsa a seguir adorando aun en medio de la tormenta. La adoración genuina no depende de nuestras circunstancias, sino de quién es Dios: eterno, fiel y digno de toda gloria.
Por eso, cada vez que enfrentemos momentos de tristeza, de soledad o de angustia, debemos recordar que tenemos una esperanza viva. El regreso de Cristo no es una idea lejana, sino una realidad prometida por la misma Palabra de Dios. Y si Él lo prometió, lo cumplirá. Él no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta, Su Palabra es verdad y sus promesas son seguras.
Querido lector, anímate a seguir adorando a Dios con todo tu corazón, no dejes que las cargas de esta vida te roben la paz ni el gozo. Sé constante en la fe, persevera en oración y mantente firme en la esperanza gloriosa de que un día estaremos siempre con el Señor. Esta es la mayor motivación que tenemos para vivir en santidad, para predicar el evangelio y para compartir con otros la buena noticia de salvación. El Señor viene pronto, y bienaventurados serán aquellos que lo estén esperando con lámparas encendidas.
Así que, no desfallezcas, mantente firme, sigue adorando, porque la venida de Cristo es inminente. El mundo podrá ofrecer dudas, temores y dificultades, pero la Palabra de Dios permanece para siempre. Nuestra mirada debe estar puesta en lo eterno y no en lo pasajero, en el cielo y no en la tierra. Alabemos al Señor por esta promesa maravillosa y vivamos cada día en gratitud, en santidad y en esperanza, porque muy pronto estaremos con Él por toda la eternidad.