Valora la vida que Dios te ha dado

¿Sabías que la vida es un regalo de Dios? Así es. Nosotros no somos producto de la casualidad ni de una coincidencia ciega. Cada órgano, cada tejido, cada célula en nuestro cuerpo revela un diseño perfecto que apunta a la mano de un Creador. La vida que disfrutamos no proviene de la nada, sino de un Dios que trasciende nuestra imaginación y supera con creces toda inteligencia humana. Nuestra existencia es una evidencia viva de que hay un propósito superior detrás de todo lo que somos.

Ahora bien, surge una pregunta que debe movernos a reflexionar: ¿Cómo puedo valorar la vida que Dios me ha dado? La mejor manera no es simplemente disfrutarla sin rumbo, sino vivirla de forma consagrada al Señor, aquel que nos dio el aliento de vida. Valorar la vida es reconocer al Dador de la misma y usar cada instante para glorificarle.

Con frecuencia desperdiciamos nuestra vida en los afanes de cada día. Nos concentramos en acumular bienes, en resolver asuntos terrenales, en correr tras metas pasajeras, y en ese proceso nos olvidamos de dedicarle a Dios lo que realmente merece. Cuando hablamos de “dar tiempo al Señor” no se trata solo de unos minutos de oración o de leer un capítulo de la Biblia al día, sino de una vida diaria rendida a Él. Es vivir conscientes de Su presencia en cada decisión, en cada palabra y en cada acción.

La Biblia nos recuerda algo profundo y eterno:

Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

Marcos 8:36

Esta pregunta de Jesús debe llevarnos a una reflexión inmediata. ¿De qué serviría tener éxito terrenal, lograr riquezas, fama o reconocimiento si al final descuidamos lo más valioso: nuestra alma? La vida que tenemos es limitada, el tiempo pasa rápido, y lo que realmente importa es dónde pasaremos la eternidad. Malgastar nuestras horas, días y años en cosas que no edifican es un error en el que muchos caemos, pero la Palabra nos invita a despertar de esa rutina y a buscar lo que permanece para siempre.

Es cierto que como humanos tenemos la tendencia a distraernos, a hundirnos en quejas y a pensar que si las cosas no salen como queremos es porque Dios está enojado con nosotros. ¡Nada más lejos de la verdad! La vida no se trata de que todo ocurra como lo planeamos, sino de aprender a confiar en Dios aun cuando no entendemos Sus caminos. Valorar la vida significa agradecer cada día, cada oportunidad, cada respiro, como un regalo inmerecido de parte del Señor.

Debemos sacar la mejor partida de cada día. Cada mañana es una nueva oportunidad de servir, amar, aprender y crecer espiritualmente. No desperdiciemos la vida en lamentos, en comparaciones o en envidias. Más bien, usemos nuestra vida para cumplir el propósito eterno de Dios. Pablo decía: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Esa declaración nos muestra que la vida solo tiene sentido cuando está anclada en Cristo.

Querido hermano y hermana, piensa por un momento: ¿qué estás haciendo con el regalo de vida que Dios te ha dado? ¿Lo estás invirtiendo en lo eterno o lo estás gastando en lo pasajero? Cada día que amanece es una nueva misericordia del Señor, una oportunidad más para glorificarle con nuestro andar. Aprovechémoslo. No vivamos como si la vida fuera nuestra, pues en realidad es un préstamo divino para cumplir Su voluntad.

Valorar la vida es dejar de quejarnos, es abandonar la idea de que Dios nos ha olvidado, y comenzar a vivir agradecidos por cada instante. El verdadero disfrute de la vida no está en tenerlo todo, sino en reconocer que lo más valioso ya lo tenemos en Cristo Jesús: salvación, perdón y vida eterna. Que cada día que vivamos sea un testimonio de gratitud y de fe hacia Aquel que nos amó primero.

No seas como ellos
Pero ¿entiendes lo que lees?