Busca al Señor y te responderá

La Biblia nos enseña multitudes de veces que nuestra respuesta frente a las adversidades se encuentra en la búsqueda constante de Dios y, sin embargo, como creyentes, en ocasiones se nos olvida ese gran y poderoso detalle. Muchas veces queremos enfrentar las pruebas en nuestras propias fuerzas, pensando que con nuestra sabiduría o con los recursos humanos podremos hallar una salida. Pero la verdad es que el único refugio seguro y permanente lo encontramos en la presencia del Señor.

La Biblia nos enseña:

4 Busqué a Jehová, y él me oyó,
Y me libró de todos mis temores.

5 Los que miraron a él fueron alumbrados,
Y sus rostros no fueron avergonzados.

6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová,
Y lo libró de todas sus angustias.

7 El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen,
Y los defiende.

Salmos 34:4-7

Estos versículos son muy conocidos, quizás los hayas escuchado en predicaciones o incluso en canciones que los han convertido en cánticos de fe. Sin embargo, lo más importante es comprender que este pasaje no es poesía vacía ni simple tradición religiosa, sino un testimonio vivo del salmista en medio de la desesperación. David, quien escribió estas palabras, había experimentado persecución, miedo y angustia, pero aprendió que su respuesta no estaba en sí mismo, ni en sus habilidades como guerrero, sino en el Dios que escucha y libra.

El salmista comienza diciendo: «Busqué a Jehová, y él me oyó». Este simple acto de buscar al Señor marca toda la diferencia entre la derrota y la victoria. Buscar a Dios implica reconocer nuestra necesidad de Él, rendir nuestras cargas y presentarle nuestros temores. En un mundo donde se nos invita a confiar en la autosuficiencia, la Escritura nos recuerda que la verdadera fortaleza nace de la dependencia en el Señor.

Además, el texto afirma: «Me libró de todos mis temores». Aquí no se habla de un alivio parcial o de una paz pasajera, sino de una liberación completa. La Biblia no promete la ausencia de pruebas, pero sí la presencia de Dios en medio de ellas. Y esa presencia es la que rompe cadenas de miedo, ansiedad y desesperanza.

El verso 5 añade algo precioso: «Los que miraron a él fueron alumbrados». Cuando dirigimos nuestra mirada a Cristo, recibimos luz, claridad y esperanza. En un mundo lleno de tinieblas, donde la incertidumbre nubla la mente y el corazón, la luz de Dios disipa la oscuridad. No importa lo que enfrentemos, si levantamos nuestros ojos al cielo, nuestros rostros jamás serán avergonzados, porque el Señor es fiel a los que confían en Él.

David continúa diciendo: «Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias». Aquí notamos la humildad del salmista, reconociéndose pobre y necesitado. Dios no desprecia al que clama desde un corazón sincero y quebrantado. Al contrario, es allí donde Él se glorifica mostrando Su poder y Su cuidado paternal.

Finalmente, el pasaje cierra con una promesa inquebrantable: «El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende». Esta figura del campamento habla de protección continua. El creyente no camina solo, ni pelea solo; el ejército celestial rodea a los que honran al Señor. Así como un ejército rodea una ciudad para protegerla, así también Dios pone cerco alrededor de Sus hijos para guardarles.

Querido hermano y hermana, reflexionemos en estas verdades: ¿A quién buscas en tus momentos de temor? ¿A dónde corres cuando la angustia toca tu puerta? El salmista nos da la respuesta clara: buscó a Jehová y fue oído. Esa misma promesa es para nosotros hoy. No necesitas pagar, ni hacer largas ceremonias, ni esperar turno. Solo debes doblar tus rodillas y abrir tu corazón delante de Dios. Él escucha al que clama con fe.

A veces recurrimos primero a todo menos a Dios: buscamos consejo en amigos, gastamos dinero en soluciones humanas, confiamos en lo pasajero. Pero al final, descubrimos que el único que puede librarnos de verdad es nuestro Señor. Así que, en lugar de cargar solos nuestras angustias, acudamos a los pies de Cristo, porque Él es nuestro libertador, nuestro escudo y defensor.

Que esta palabra nos recuerde siempre que, aunque los problemas sean grandes, mayor es el Dios que nos guarda. Él nos llama a confiar, a clamar y a esperar en Su fidelidad. Y si hacemos esto, podremos experimentar la misma paz y el mismo gozo que experimentó David cuando pudo cantar: «Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores».

Paraos en los caminos, mirad, y preguntad por la senda antigua
No temas, El Señor tu Dios irá delante de ti