Su poder es grande, suyas son todas las cosas: creador de los cielos y la tierra, del mar y de todo lo que habita allí. Dios es maravilloso y glorioso en todo lo que hace. Cada rincón de la creación, desde lo más vasto del universo hasta los detalles más pequeños de la naturaleza, es un reflejo de su sabiduría infinita y de su poder inagotable. Al contemplar el cielo estrellado, las montañas imponentes o el fluir constante de los ríos, no podemos menos que reconocer que existe un Creador soberano que sostiene todo con la palabra de su poder.
El Señor es dueño de todas las cosas, y cada una fue creada para Él y para que a Él le sirvan. Nada de lo que existe está fuera de su control. Todo fue hecho para mostrar su gloria, y como dice la Escritura: «Y que todo lo que respire, alabe a Jehová». La creación entera está llamada a rendirle adoración, porque no hay criatura que no dependa de Él para existir. Nosotros mismos vivimos, nos movemos y somos en Él, y por esa razón el salmista nos invita constantemente a unirnos al coro eterno de alabanza.
El profeta Jeremías hace mención de la creación de Dios. En medio de una situación difícil para el pueblo, este hombre levantó su voz para reconocer el poderío del Señor. Jeremías glorificaba a Dios por sus obras maravillosas, por su misericordia y por recordarle a su pueblo que para Dios nada es difícil. Aun cuando los caldeos amenazaban con destruir Jerusalén y todo parecía perdido, Jeremías confesaba que el Dios creador de cielos y tierra seguía teniendo el control absoluto de la historia.
17 ¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti;
18 que haces misericordia a millares, y castigas la maldad de los padres en sus hijos después de ellos; Dios grande, poderoso, Jehová de los ejércitos es su nombre;
Jeremías 32:17-18
Este hombre declara que no hay nada difícil para Dios. Es claro que si nuestro Dios puede hacer todo posible, es porque Él es Dios y su poder no se agota. La ciencia humana tiene límites, la fuerza del hombre se debilita, las naciones caen y los planes se desmoronan, pero el poder de Dios permanece firme y eterno. Esta verdad es la que nos sostiene en medio de la incertidumbre: si Él hizo los cielos y la tierra con su gran poder, también puede intervenir en nuestras vidas para obrar lo que parece imposible.
Tenemos un Dios invencible, que siempre tiene misericordia de toda su creación. Jeremías dice que Él “hace misericordia a millares”. Esa misericordia se renueva cada mañana, como lo proclama Lamentaciones 3: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. El Señor no es solo poderoso para castigar la maldad, sino también compasivo para perdonar al arrepentido, sanar al quebrantado y levantar al que se siente débil.
El pasaje también nos recuerda que Dios es justo. Así como muestra misericordia a los que le temen, también castiga el pecado y la maldad de aquellos que persisten en la desobediencia. No es un Dios indiferente ante la injusticia, sino que es juez recto que da a cada uno conforme a sus obras. Sin embargo, su justicia nunca anula su misericordia, porque en Cristo Jesús encontramos el equilibrio perfecto: en la cruz se manifestó el castigo por el pecado, pero también el amor más grande que redime al pecador.
Creer en este Dios poderoso significa vivir confiando en que todo lo que existe está en sus manos. Creamos firmemente que todas las cosas son hechas por nuestro Dios y que para Él nada es difícil. Si Él gobierna el universo, también puede sostener nuestra vida diaria. Su poder y su misericordia son inagotables, y su brazo extendido sigue obrando en favor de aquellos que claman a Él con fe. Por eso, no debemos dudar, sino aferrarnos a su Palabra, reconocer su grandeza y descansar en la seguridad de que nada es imposible para nuestro Dios.