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Una tierra prometida

Estas son las palabras que El Señor dio al pueblo de Israel, promesas que fueron cumplidas por Dios, tanto que dijo que los sacaría con manos fuertes de el yugo en el que se encontraban bajo el mandato del faraón y fueron liberados.

Cuando Dios habla, tenemos que obedecer y creer que fue Él que hablo, al igual cuando Él promete, pues Él cumple porque nuestro Dios es poderoso y no falla a Sus promesas.

En el capítulo 36 del libro de Ezequiel podemos ver que Dios está hablando de las promesas del pueblo de Israel y todas las cosas que Él haría con ellos:

27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

28 Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios.

29 Y os guardaré de todas vuestras inmundicias; y llamaré al trigo, y lo multiplicaré, y no os daré hambre.

Ezequiel 36:27-29

Aquí en estos versos del 27 al 29, podemos ver las palabras prometedoras que Dios estaba diciendo a favor del pueblo, diciéndoles que esa tierra que habitaron sus padres, pues también ellos las habitarían y el Espíritu de Dios estaría en cada uno de ellos.

También podemos observar, que Dios les decía que ellos andarían bajo Sus estatutos, y serían el pueblo de Dios, y Él sería el Dios de ellos. El Señor le decía a este pueblo, que los guardaría de toda inmundicia y llenaría sus graneros para que no murieran de hambre.

Cuán grande es la misericordia de Dios, viendo estas promesas cumplidas por el mismo Dios.

La fidelidad de Dios a sus promesas

Lo más sorprendente de este pasaje es la seguridad que nos transmite: Dios no promete en vano. Cada palabra pronunciada por Él tiene un propósito eterno, y a lo largo de la historia de Israel vemos cómo fue fiel en cumplirlas. Sacó a su pueblo con mano poderosa de Egipto, les dio una tierra en la cual habitar, y aun cuando ellos fueron desobedientes, Su misericordia nunca los abandonó.

Esto nos recuerda que Dios es inmutable. Los hombres fallamos, olvidamos lo que prometemos, pero nuestro Señor es perfecto en verdad y justicia. Él mismo se compromete a poner Su Espíritu dentro del pueblo, lo cual señala no solo una restauración externa, sino una transformación interna que cambiaría para siempre la vida de quienes confiaban en Él.

Promesas que trascienden generaciones

Las palabras de Ezequiel no solo fueron dirigidas al pueblo de Israel en aquel tiempo, sino que también se extienden a todos aquellos que han creído en Cristo Jesús. La promesa del Espíritu Santo se cumple en la iglesia, pues hoy el Espíritu de Dios habita en el corazón de cada creyente. Así, lo que fue anunciado como una esperanza futura se ha convertido en una realidad presente para los hijos de Dios.

El mismo Dios que cuidó de Israel es el que cuida hoy de nosotros. Él es el que provee el alimento, el que multiplica el pan en nuestras mesas, y el que nos guarda de caer en caminos de perdición. Cada vez que vemos Su provisión en nuestras vidas, podemos reconocer que se trata del mismo Dios que multiplicó el trigo y evitó el hambre en medio de Su pueblo.

Aplicación para nuestra vida

El mensaje de Ezequiel 36 también tiene un llamado práctico. Dios nos invita a andar bajo Sus estatutos y a obedecer Su Palabra. No basta con escuchar las promesas; debemos caminar conforme a lo que Él nos enseña, porque la verdadera bendición está en hacer Su voluntad. La promesa de tener a Dios como nuestro Señor va acompañada de una responsabilidad: vivir en santidad y fidelidad delante de Él.

Cada creyente hoy puede tomar este pasaje como un recordatorio de que no está solo. Dios no solo provee lo material, sino que llena de esperanza el alma, fortalece el espíritu y da nuevas fuerzas en los momentos de debilidad. Así como guardó a Israel de la inmundicia, también guarda nuestras vidas del mal, si permanecemos en obediencia a Su Palabra.

Conclusión

Las promesas de Dios son un tesoro inagotable para todo aquel que cree. El pueblo de Israel fue testigo de Su poder y fidelidad, y nosotros también podemos serlo en nuestro tiempo. Cada palabra pronunciada por el Señor tiene cumplimiento, porque Él es fiel a lo que dice. Si depositamos nuestra confianza en Sus manos, Él pondrá Su Espíritu en nosotros, nos sostendrá en nuestras necesidades y nos conducirá con seguridad por el camino de la vida eterna.

Que este pasaje de Ezequiel sea para nosotros un motivo de fe y esperanza, recordando siempre que nuestro Dios cumple lo que promete y que Su misericordia permanece para siempre.

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