La torre o fortaleza del rico está puesta en sus bienes, en todo lo que posee, ellos depositan toda su confianza en sus riquezas pensando en que estas lo librarán de cualquier ataque, pero se equivocan, porque la confianza que ellos tienen en sus riquezas los hacen caer mas rápido al hoyo profundo sin salida.
Pero ¿qué pasa con aquel que pone a Dios delante como su torre fuerte? Este es guardado por Él, ya que su mayor riqueza es ser un hijo sabio de Dios, que guarda Su palabra ante todo lo demás. Nuestro Dios es nuestra Roca fuerte, refugio y torre fuerte en medio de la tempestades.
No he visto un justo desamparado, porque Dios siempre está mirando su dificultad para ayudarlo y levantarlo.
El justo, en cambio, entiende que la verdadera seguridad está en el Señor. Puede que no tenga grandes bienes materiales, pero su herencia es eterna. Puede enfrentar pruebas, pero sabe que tiene a Dios como amparo seguro. Así como un niño corre a los brazos de su padre cuando siente miedo, así también el justo corre a Dios, y allí encuentra fortaleza, consuelo y nueva esperanza. Este principio nos recuerda que lo eterno siempre será más valioso que lo temporal.
A lo largo de la historia bíblica vemos ejemplos claros de este contraste. El rey Nabucodonosor, en su soberbia, pensó que todo lo había conseguido por sus manos, pero Dios lo humilló para que reconociera que el Altísimo tiene dominio sobre todo. Por otro lado, encontramos a David, quien en medio de persecuciones y batallas clamaba al Señor y reconocía que su verdadera torre fuerte no eran sus ejércitos, sino su Dios. Estos relatos nos enseñan que la arrogancia conduce al quebrantamiento, pero la humildad y la confianza en Dios conducen a la honra.
La vida cristiana es un constante llamado a depositar nuestra confianza en Aquel que nunca falla. El dinero puede acabar, los amigos pueden abandonar, las fuerzas físicas se desgastan con el tiempo, pero Dios permanece fiel. Su torre es inconmovible, no se derrumba con los vientos ni se desgasta con los años. El nombre de Jehová es más que un simple título, es una declaración de poder, autoridad y protección para todo aquel que decide refugiarse en Él.
Por eso, debemos reflexionar: ¿dónde está nuestra confianza? Si está en lo material, estamos construyendo sobre arena. Pero si está en Dios, estamos firmes sobre la roca inconmovible. El llamado de Proverbios es a correr al Señor en todo momento, no solo cuando hay problemas, sino cada día de nuestras vidas. Es una invitación a reconocer que sin Dios nada somos, pero con Él tenemos todo.
Conclusión: La verdadera fortaleza no está en las riquezas que poseemos, ni en los muros que podamos levantar con nuestras manos, sino en confiar plenamente en el Señor. Él es nuestra torre fuerte, nuestro refugio seguro en medio de la tormenta. Que no nos engañe la aparente seguridad de lo material, porque solo Dios puede sostenernos en todo tiempo. Procuremos siempre correr hacia Él, y seremos levantados, fortalecidos y honrados en Su debido tiempo.