Acercarnos a Dios es maravilloso, cada día estar más cerca de Él nos ayudará a aprender más de Su palabra, recibir sabiduría y entendimiento por medio de Su Espíritu. No existe un privilegio más grande que vivir en comunión con nuestro Creador, pues de esa relación nace la fortaleza para enfrentar las pruebas y la esperanza para caminar en santidad. Nuestro Dios siempre está dispuesto a recibirnos, guiarnos y hacernos suyos para siempre.
La Escritura nos recuerda que somos ovejas de Su prado, y como buen Pastor, Él nos cuida, nos alimenta y nos alienta en todo momento. Nuestra mejor protección no viene de las fuerzas humanas ni de lo material, sino de Dios, el Creador de todas las cosas visibles e invisibles. Cuando reconocemos esta verdad, entendemos que no hay motivo para temer, porque estamos en manos del Todopoderoso. Él es grande y digno de toda gloria, por eso elevemos continuamente alabanzas a Su Santo Nombre.
Cuando nos acercamos a Dios con un corazón sincero, nunca somos rechazados. Al contrario, Él nos recibe con los brazos abiertos, como el padre que espera al hijo pródigo para restaurarlo y vestirlo con nuevas vestiduras. Su amor infinito nos envuelve y nos da paz en medio de las tormentas. En los momentos de desesperación, cuando no sabemos qué camino tomar, Dios mismo se convierte en nuestro guía fiel, iluminando nuestra senda y asegurándonos de que nunca caminamos solos.
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Mateo 7:7-8
Estas palabras nos muestran el corazón generoso del Señor. Él nos invita a pedir, buscar y llamar con fe. No es un llamado a la desesperación, sino a la confianza. Nos asegura que cada oración sincera tiene respuesta, que cada búsqueda genuina tendrá un hallazgo y que cada puerta tocada con fe será abierta. Jesús no solo nos anima a acercarnos, sino que promete responder, porque Dios no se complace en el silencio indiferente, sino en dar vida abundante a quienes lo buscan.
Esto significa que el acercarnos a Dios nunca será en vano. Si pedimos sabiduría, Él la dará. Si buscamos consuelo, lo hallaremos en Su presencia. Si llamamos a Su puerta, seremos recibidos con gracia. El problema no está en Dios, sino en que muchas veces no pedimos, no buscamos o no llamamos con la perseverancia y fe necesarias. Pero si aprendemos a hacerlo, descubriremos que Dios se deleita en responder a Su pueblo.
Por lo tanto, acerquémonos cada día con confianza al trono de la gracia, sabiendo que nuestro Padre celestial nos espera. Dejemos que Él sea nuestra guía, nuestra fortaleza y nuestro refugio. Seamos constantes en la oración, firmes en la fe y agradecidos en todo. Porque el Señor que prometió abrirnos la puerta es fiel, y jamás falla a Su Palabra.