Este artículo se basará en el muy conocido Salmo 91, uno de los pasajes más amados y citados de toda la Biblia. A lo largo de la historia de la iglesia, innumerables creyentes han encontrado en él fortaleza, refugio y seguridad en medio de la aflicción. A propósito, Charles Spurgeon alabó este Salmo con palabras muy profundas: “En toda la colección no hay un Salmo más alentador, su tono es elevado y sostenido a través de éste, la fe está en su más alto apogeo, y habla noblemente». El escritor de este salmo permanece desconocido, algunos lo atribuyen a Moisés por su parecido con el Salmo 90, mientras que otros piensan que fue escrito por David por la manera en la que se expresa. Sea como fuere, su mensaje trasciende al autor humano, porque el verdadero Autor es Dios mismo, quien nos da una palabra viva y eficaz para fortalecer nuestra fe.
1 El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente.
2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.
Salmos 91:1-2
El salmo comienza con una declaración poderosa: hay un lugar seguro en el que el creyente puede morar, y ese lugar es el abrigo del Altísimo. Habitar bajo la sombra del Omnipotente significa estar protegido por su presencia y cubierto por su amor. Sin embargo, muchos creyentes no comprenden plenamente lo que significa vivir bajo ese abrigo. A veces pensamos que depender de Dios es solo un recurso para los momentos más críticos, pero el salmista nos enseña que se trata de un estilo de vida continuo: permanecer en comunión con Dios en todo momento.
David y otros personajes bíblicos que atravesaron pruebas intensas supieron lo que era morar bajo el abrigo de Dios. Ellos entendieron que en medio de la tempestad, el Señor se convierte en un castillo seguro. Es posible que tú mismo estés pasando por un momento de dificultad, de dolor o de incertidumbre. La pregunta es: ¿dónde buscas refugio? ¿En las promesas vacías de este mundo o en el refugio eterno del Dios Altísimo? La Biblia nos invita a refugiarnos en Él, a confiar en que bajo sus alas siempre habrá consuelo, paz y esperanza.
La metáfora del abrigo y de la sombra también nos recuerda la ternura de Dios. Al igual que un ave protege a sus polluelos bajo sus alas, así nuestro Padre nos guarda en momentos de peligro. Aunque el dolor y la angustia a veces nos impidan ver con claridad, aun así su refugio está disponible. El creyente aprende a declarar como el salmista: “Mi esperanza y mi castillo es Jehová, en Él confiaré”. Esa confianza no es solo un sentimiento, sino una decisión diaria de creer que los dardos del enemigo no nos podrán destruir cuando estamos cubiertos por la gracia del Señor.
Charles Spurgeon añadía que, aunque no podamos ver físicamente a Dios, el creyente verdadero sabe que mora bajo la sombra de sus alas. Esa sombra es símbolo de su cercanía, de su compañía en cada momento. Aun en los días más oscuros, podemos descansar en la certeza de que su poder y su misericordia nos acompañan. Dios no promete que no pasaremos por pruebas, pero sí promete que en medio de ellas seremos guardados, fortalecidos y sostenidos por su mano poderosa.
Conclusión: El Salmo 91 no es simplemente un texto poético o un amuleto que repetimos mecánicamente. Es una declaración de fe que nos invita a confiar en el Dios que nunca falla. Él es nuestro abrigo, nuestra sombra, nuestro castillo y nuestra esperanza. Por eso, querido lector, en tiempos de incertidumbre, de temor o de dolor, vuelve tus ojos al Altísimo. Haz de su presencia tu morada diaria y experimentarás la paz que sobrepasa todo entendimiento. Morar bajo el abrigo del Omnipotente es el mayor privilegio de los hijos de Dios, porque ahí encontramos descanso, seguridad y la certeza de que nada podrá separarnos de su amor eterno.