Mientras estás vivo y tienes a Dios, tu esperanza sigue siendo Él, tu vida está segura solo en Dios, Él es quien te ayuda y te sostiene, no debes estar preocupado. Tampoco estás desamparado, El Señor está contigo como poderoso gigante.
Debemos confiar plenamente en el Señor, ya que nuestra esperanza viene de Él, vivimos por Él, porque nada podemos hacer sin Él. Si nuestro camino se torna difícil, Dios nos abre el camino y nos da esperanza. Alabemos al Señor porque Él es nuestra esperanza.
¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.Salmos 42:11
El versículo anterior nos hace ver la esperanza que tenemos en nuestro Dios, que cuando nuestra alma se sienta abatida y turbada, tenemos esperanza y salvación en nuestro Dios al cual debemos alabar. Cuando estamos sedientos vamos a Él, para ser saciados por nuestro padre celestial del cual viene nuestro socorro y nuestra esperanza.
No dejes que tu corazón se turbe, no permitas que venga el temor a tu vida, sé sabio y cree en el Señor, que es y será tu esperanza de vida. No dejes de alabarlo porque Él está contigo.
La esperanza que sostiene al creyente
El ser humano busca esperanza en muchos lugares: algunos en sus logros, otros en sus riquezas, y otros en las relaciones personales. Sin embargo, la verdadera esperanza que no falla viene de Dios. La Biblia nos recuerda una y otra vez que en Él tenemos un fundamento firme, una roca que no se mueve y un refugio seguro en medio de la tempestad. Esta esperanza nos da paz aun cuando todo a nuestro alrededor parece derrumbarse.
Cuando nuestra confianza está puesta en Cristo, entendemos que ninguna situación tiene la última palabra sobre nuestras vidas, porque nuestro futuro está en manos del Todopoderoso. El mismo Dios que sostiene el universo es quien cuida de cada detalle de nuestra vida, y eso nos da motivos para descansar en Él.
Esperanza en tiempos de prueba
Las pruebas forman parte de la vida del creyente, y en esos momentos es donde la esperanza se convierte en un ancla firme. El salmista experimentó dolor, aflicción y turbación, pero no dejó que eso lo apartara de Dios, sino que lo llevó a declarar con fe que seguiría alabando al Señor. Así también nosotros debemos aprender a levantar la mirada y recordar que nuestro socorro proviene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.
Es natural que en momentos de dificultad nuestra alma se sienta abatida, pero ahí es donde la fe se fortalece y el corazón se afirma en las promesas de Dios. La esperanza en el Señor nos enseña a perseverar y a no rendirnos, porque sabemos que en Él siempre habrá salida, consuelo y victoria.
La alabanza como respuesta
La esperanza en Dios no solo se expresa en pensamientos o deseos, sino también en acciones concretas como la alabanza. Cuando decidimos alabar al Señor, incluso en medio de las dificultades, estamos proclamando con fe que Él sigue siendo fiel. La alabanza abre el camino a la paz del corazón y nos recuerda que Dios es mayor que cualquier circunstancia que podamos enfrentar.
Cada vez que levantamos nuestra voz en gratitud, demostramos que nuestra esperanza no está basada en lo que vemos, sino en lo que creemos. Por eso, no debemos permitir que las cargas de la vida nos roben el gozo de adorar a nuestro Creador. La alabanza es una llave poderosa que nos conecta con la presencia de Dios y renueva nuestra esperanza.
Conclusión
La vida puede traer momentos de angustia y turbación, pero quienes confían en Dios tienen un refugio seguro. Él es la fuente de nuestra esperanza, el sostén de nuestra alma y la razón de nuestra alabanza. Por eso, no temas, no te desanimes, porque el Señor está contigo como poderoso gigante. Recuerda que en Cristo siempre habrá esperanza viva, y mientras tengas aliento de vida, sigue alabando al que es tu salvación y tu Dios.