Diga el débil: Fuerte soy

La vida cristiana está llena de experiencias que nos marcan profundamente, ya sea por palabras que escuchamos en una predicación o por los momentos en los que enfrentamos pruebas y dificultades. Es en medio de estas vivencias donde Dios nos habla y nos enseña que, aunque muchas veces nos sentimos frágiles, su poder se perfecciona en nuestra debilidad. Ser conscientes de nuestra limitación es una oportunidad para conocer más de cerca la grandeza del Señor y depender de Él en todo.

Recuerdo una actividad en la que estuve hace varios años, la persona que estaba predicando dijo: «Si eres débil, este lugar no es para ti, te puedes ir». Me indignaron mucho esas palabras, pues es demasiado arrogante ver cómo personas piensan que ellos son fuertes y que los demás son débiles.

Ser débil en el sentido espiritual posee una gran ventaja y es que esa debilidad nos lleva a no depender de nosotros mismos ni de nuestras propias fuerzas para la batalla, sino de las fuerzas de alguien mucho más superior: Jesucristo.

La Biblia dice:

Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy.
Joel 3:10

«Diga el débil: fuerte soy», y claro, en el Señor somos fuertes, más que victoriosos, pero esto comienza reconociendo que somos débiles, que sin Dios siquiera podríamos levantarnos o hacer algo tan simple como tomar un vaso de agua,

Oh amado lector, somos débiles delante del Señor, necesitamos de Él, no podemos pensar que somos lo suficientemente sabios, lo suficientemente ricos o demasiados fuertes, debemos comprender que en cada una de nuestras facetas necesitamos de un Dios, el cual es fuerte y poderoso, que suple de fuerzas al que no tiene ningunas. Ese Dios, que aún nosotros siendo débiles podemos ser fuertes en Cristo Jesús nuestro Redentor.

Reconocer nuestra debilidad no significa vivir derrotados ni andar con una actitud de fracaso, al contrario, significa admitir que nuestras fuerzas humanas son limitadas y que dependemos de un Dios ilimitado. Este es el verdadero secreto de la vida cristiana: rendirse a los pies del Señor para que sea Él quien nos levante y nos capacite en cada situación.

En la sociedad actual se valora mucho la autosuficiencia, el poder personal y la apariencia de fortaleza, pero en el evangelio ocurre lo contrario: mientras más reconocemos nuestra fragilidad, más espacio le damos al Señor para obrar. No se trata de aparentar que todo está bien o de fingir que no nos afecta nada, sino de confiar en que, aunque nuestra carne se sienta débil, Dios nos da nuevas fuerzas cada día.

El apóstol Pablo mismo testificó de esta verdad cuando dijo que se gloriaba en sus debilidades, porque cuando era débil, entonces era fuerte en Cristo. Esto nos recuerda que la gracia de Dios es suficiente, que en medio de la prueba su poder se perfecciona y que no tenemos que cargar solos con los pesos de la vida. Él está dispuesto a sostenernos.

Por eso, cuando escuchamos expresiones como las que mencioné al principio, debemos recordar que la iglesia no es un lugar para los “fuertes” en apariencia, sino un refugio para los cansados, los quebrantados y los que necesitan de Dios. El evangelio no excluye a los débiles, más bien abre sus brazos para acogerlos y transformarlos en verdaderos valientes en Cristo Jesús.

Así que no tengas miedo de reconocer tu fragilidad, porque justamente ahí es donde Dios se glorifica. Si hoy te sientes sin fuerzas, recuerda lo que dice la Escritura: “Diga el débil: fuerte soy”. Esa es tu victoria en el Señor. No importa cuán dura sea la batalla, el Todopoderoso está contigo y su poder se manifestará para sostenerte.

Conclusión: La verdadera fortaleza no se encuentra en aparentar seguridad o en confiar en nuestras capacidades, sino en rendirnos a Dios y dejar que Él nos dé su poder. Ser débil no es motivo de vergüenza, sino el punto de partida para experimentar la gracia y el amor del Señor. Deja que tu debilidad sea la plataforma desde donde Cristo se manifieste con gloria en tu vida, y así, aunque el mundo diga que no puedes, podrás declarar con fe: en Cristo soy fuerte.

Oración contestada: Dios tu ayudador
Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón