Jesucristo está con nosotros, Él es quien nos sostiene y nos ayuda en los momentos difíciles.
Somos vencedores porque tenemos a Dios, porque solo con Él podemos vencer. El enemigo siempre está atento para enviarnos dardos y para buscar la forma de como desviarnos de la senda de nuestro Señor Jesús.
Recordemos el caso de el salmista David, cuando se encontraba en las guerras. Dios le sustentaba y le ayudaba, derribaba a todos sus adversarios, aquellos que querían destruir al rey que había puesto Dios en Israel.
En la carta a los romanos encontramos un versículo muy importante, una promesa de Dios para cada uno de nosotros, donde nos habla de por qué somos más que vencedores:
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Romanos 8:37
El verso 28 del capítulo 8 de Romanos comienza este tema diciendo que «a todos los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien». Es decir que aún en los momentos malos, eres más que vencedor en el Señor.
Como iglesia de Cristo pasaremos muchas dificultades, pero, ¿esto nos podrá detener? No nos sorprendamos porque si Cristo pasó muchas dificultades por traer la buenas nuevas ¿qué más pasará con nosotros? También seremos desechados por lo demás.
Así que, por todas esta cosas somos más que vencedores en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. No nos asombremos, ya que estas cosas tienen que pasar, mejor mirar a Aquel que nos llamó y nos lavó con su sangre, Aquel que nos dio esperanza para que podamos continuar venciendo en su nombre.
Creamos todos los días en esta promesa que día se cumple y que es real. Dios no miente, no mires las dificultades, mira solo a Aquel que puede ayudarte a ser más que vencedor en su nombre santo y verdadero.
El verdadero significado de ser vencedores
Cuando la Biblia nos dice que somos más que vencedores, no significa que no tendremos batallas, sino que en medio de ellas ya tenemos la victoria asegurada en Cristo. Esta expresión encierra un mensaje de esperanza y fortaleza, porque muestra que la victoria no depende de nuestras fuerzas humanas, sino del amor de Dios manifestado en Jesús. Incluso cuando enfrentamos pruebas que parecen imposibles de superar, el Señor nos recuerda que no estamos solos y que su gracia es suficiente.
Ser vencedores no se trata de evitar las dificultades, sino de superarlas con fe. Es fácil sentirse vencedor cuando todo va bien, pero lo que realmente prueba nuestra confianza en Dios es mantenernos firmes cuando el panorama es oscuro. En esos momentos se revela si creemos verdaderamente que Él pelea nuestras batallas.
Ejemplos bíblicos de victoria en medio de pruebas
Además de David, podemos recordar a José, quien fue vendido por sus propios hermanos, encarcelado injustamente y olvidado por aquellos a quienes ayudó. Sin embargo, Dios lo levantó como gobernador de Egipto y lo usó para salvar a muchos de la hambruna. Su historia nos muestra que, aunque atravesemos procesos dolorosos, el Señor transforma las pruebas en testimonios de victoria.
Otro ejemplo es el apóstol Pablo, que sufrió persecuciones, cárceles, naufragios y enfermedades, pero nunca dejó de proclamar el evangelio. En sus cartas nos anima a no desmayar y a mirar la gloria eterna que nos espera, porque nada se compara con lo que Dios ha preparado para quienes le aman.
Aplicación para nuestra vida
Hoy también enfrentamos luchas: problemas familiares, enfermedades, dificultades económicas o espirituales. No obstante, estas situaciones no definen nuestra derrota, sino que son oportunidades para demostrar que en Cristo somos más que vencedores. Cada obstáculo se convierte en un recordatorio de que el Señor sigue teniendo el control y que nuestra fe no está puesta en lo que vemos, sino en lo que Él prometió.
Es importante mantener la oración, la lectura de la Palabra y la comunión con otros creyentes, porque esas son armas espirituales que nos ayudan a vencer las artimañas del enemigo. El creyente no camina solo; la iglesia es un cuerpo unido que se fortalece en la fe común y en el amor de Cristo.
Conclusión
Somos más que vencedores porque Dios ya nos dio la victoria en Cristo Jesús. Aunque el mundo intente derribarnos, nuestra esperanza permanece firme en Aquel que nos amó primero y nos llamó a una vida abundante. No importa la dificultad, lo que importa es la promesa: nada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús. Por tanto, vivamos cada día con esta verdad en nuestro corazón, confiando en que la victoria no es futura, sino presente y eterna en nuestro Señor.

