Algo que Dios ignoró de nosotros

¿Nos ignora Dios? Por supuesto que no, incluso, Dios nunca ha ignorado al ser humano, en cambio, nosotros sí le hemos ignorado a Él. El punto es que el hombre desde un principio pecó, olvidándose de su Creador, amando el pecado, y claro que Dios no ignoró el hecho de que su creación se había apartado del camino más puro.

Dios siempre tuvo un plan de redención, un plan para salvar a la humanidad, y damos gloria a Él por eso, porque a pesar de que nosotros nos inclinamos hacia el mal, Él decidió amarnos con eterno amor.

Ahora bien, ¿qué es lo único que Dios de cierta forma ignoró de la humanidad? Veamos qué dice el apóstol Pablo sobre esto:

18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;

19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.

20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

2 Corintios 5:18-20

Dios nos reconcilió a través de la muerte de Cristo, y esto fue «no tomando en cuenta los pecados de los hombres». ¿Te imaginas que Dios haya tomado en cuenta nuestros pecados? ¿Crees que habría salvación para hombre alguno? De manera que la expresión «Dios no tomó en cuenta nuestros pecados» en cierto sentido quiere decir que Dios debió derramar su ira sobre nosotros, pero prefirió no hacer eso, y es por ello que nuestra salvación es por gracia y no por obras.

Gloria a Dios por haber pasado por alto nuestros pecados. Gloria a Dios por la salvación en Cristo Jesús nuestro amado Señor.

El amor de Dios demostrado en la reconciliación

Cuando hablamos de que Dios no nos ignora, debemos recordar que su amor se manifestó plenamente en la cruz. Allí, Jesús cargó con nuestros pecados y nos mostró que, aunque merecíamos castigo, Dios prefirió ofrecernos perdón. Esta es la mayor muestra de amor que la humanidad ha recibido, y es una verdad que nos invita a reflexionar sobre el valor inmenso de la gracia.

El apóstol Pablo nos enseña que hemos sido hechos embajadores de Cristo. Esto significa que no solo recibimos el perdón, sino que también tenemos la responsabilidad de compartir este mensaje de reconciliación con los demás. No es un privilegio exclusivo, es una misión que Dios nos ha confiado.

Ejemplos bíblicos de que Dios no ignora al hombre

En la Biblia encontramos numerosos relatos que confirman que Dios nunca ha ignorado a su pueblo. Por ejemplo, cuando el pueblo de Israel estuvo esclavizado en Egipto, Dios escuchó sus clamores y levantó a Moisés para liberarlos. De la misma manera, en los tiempos de los jueces, cada vez que el pueblo se apartaba y sufría, Dios levantaba libertadores para rescatarlos.

En el Nuevo Testamento, Jesús mismo nos enseña que el Padre celestial cuida aún de los detalles más pequeños de nuestra vida, como los cabellos de nuestra cabeza o las aves del cielo. Esto nos recuerda que, aunque el hombre se aleje de Dios, el Señor nunca deja de extender su mano de misericordia.

Nuestra respuesta al amor de Dios

Si Dios no nos ha ignorado y, al contrario, ha provisto un plan perfecto de salvación, lo justo es que nosotros no lo ignoremos a Él. La respuesta correcta ante tanto amor es vivir agradecidos, obedientes a su Palabra y comprometidos en compartir el evangelio con los que aún no lo conocen.

Recordemos que la gracia que hemos recibido no debe ser en vano. Así como Dios no tomó en cuenta nuestros pecados, nosotros debemos perdonar a quienes nos ofenden, demostrando en la práctica que el amor de Dios se refleja en nuestras acciones cotidianas. Cada acto de misericordia es un reflejo de que entendemos el sacrificio de Cristo.

Conclusión

Dios jamás ha ignorado a la humanidad. Desde el principio, ha mostrado su amor y paciencia, aun cuando el hombre se apartó de Él. A través de Jesucristo nos ofreció reconciliación y nos confió la misión de compartir ese mensaje. Por lo tanto, no vivamos como si fuéramos olvidados, sino como hijos redimidos, conscientes de que cada día es una oportunidad para agradecer y proclamar la salvación en Cristo Jesús.

Debemos estar preparados
Gozo que perdura para siempre