Riquezas, honra y vida: La remuneración del temor a Jehová

La riqueza no es mala si la sabemos utilizar. La riqueza siempre tiene que ir acompañada de la humildad, ya que si no hay en ti humildad eres un hombre perdido y lejos de la presencia de Dios. La misma palabra de Dios nos habla acerca de la humildad y advierte contra las personas altivas. Lo material puede ser una bendición si se administra correctamente, pero también puede convertirse en un peligro si desplaza a Dios del centro de nuestra vida. Por eso, lo importante no es cuánto tienes, sino cómo lo usas y a quién reconoces como el dueño de todo.

Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde,
Mas al altivo mira de lejos.

Salmos 138:6

Este versículo del libro de los Salmos es muy claro: no es malo que tengamos abundancia material; lo malo es cuando la abundancia nos lleva a la arrogancia. Lo malo ocurre cuando, por tener dinero o bienes, ignoramos a los demás y dejamos de practicar la compasión. Lo malo es creernos superiores a otros y esperar que todos estén a nuestros pies. La realidad es que nosotros debemos estar a los pies de nuestro Dios poderoso, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Él. La humildad abre las puertas de la bendición; la soberbia, en cambio, aleja la presencia del Señor.

También los seres humanos buscamos ser reconocidos y que otros nos honren, pero la Biblia nos enseña que toda gloria debe ser dada a Dios, porque Él es quien nos honra cuando actuamos con rectitud. La honra verdadera no viene por el esfuerzo humano solamente, sino porque Dios permite que seamos honrados delante de Él y de los hombres. Cuando la gloria se queda en nosotros, nos volvemos altivos; cuando la devolvemos a Dios, permanecemos humildes y agradecidos.

Riquezas, honra y vida
Son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová.

Proverbios 22:4

Este pasaje del libro de Proverbios nos recuerda que las riquezas y la honra no son malas en sí mismas, sino que pueden ser el resultado de vivir con humildad y en el temor de Dios. La vida y la salud están en las manos de nuestro Dios poderoso, Él es quien nos las da para que sigamos adelante, para que podamos avanzar en sus caminos y cumplir su voluntad divina. Por eso debemos ser humildes en todo lo que hacemos, sabiendo que cada paso que damos es observado por el Señor, quien pesa las intenciones del corazón.

La Biblia nos ofrece ejemplos de hombres ricos que usaron sus bienes para el bien del Reino, como José de Arimatea, quien puso a disposición su sepulcro para el cuerpo de Jesús. También vemos a personas como Cornelio, un centurión romano, que fue recordado por sus oraciones y limosnas. Estos ejemplos muestran que las riquezas, cuando están acompañadas de humildad y servicio, se convierten en un instrumento poderoso para la gloria de Dios. En contraste, tenemos la advertencia del joven rico que se entristeció porque amaba más sus posesiones que al Maestro, demostrando que el problema no estaba en lo que poseía, sino en su corazón.

Debemos recordar que la riqueza terrenal es pasajera. El apóstol Pablo escribió en 1 Timoteo 6:17: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”. Aquí la instrucción es clara: disfrutar lo que Dios nos da, pero no poner nuestra confianza en ello. La humildad nos mantiene firmes, porque nos recuerda que el dueño de todo es el Señor.

Volvemos a repetirlo: las riquezas no son malas. Todo dependerá de cómo las uses delante de Dios. La humildad debe ir siempre delante de ti como un escudo contra la soberbia, y ante todo, para que tu corazón no se desvíe, Dios debe ocupar el primer lugar. Cuando reconocemos a Dios como nuestro Señor, entonces nuestras riquezas, talentos y tiempo se convierten en instrumentos de bendición. Pero si nos olvidamos de Él, esas mismas riquezas pueden convertirse en cadenas que nos alejan de su gracia.

En conclusión, no rechacemos las bendiciones materiales que Dios pueda darnos, pero tampoco las adoremos. Que la humildad y el temor de Jehová sean los fundamentos sobre los que construimos nuestra vida. Recordemos siempre que “la bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10:22). Vivamos agradecidos, humildes y dispuestos a compartir con los demás lo que Dios ha puesto en nuestras manos, sabiendo que lo que sembramos con amor tendrá recompensa eterna.

Es un privilegio ser perseguido por la causa de Cristo
En el Señor encuentras paz y restauración