Nuestra confianza debe estar siempre depositada en las manos del Señor nuestro Dios, no debemos confiarnos ni aún en nosotros mismos, eso es lo que nos enseña la Santa Palabra de Dios en el siguiente versículo:
Fíate de Jehová de todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propia prudencia.Proverbios 3:5
Cuántas personas en este mundo se apoyan, confían y creen en los demás, peor aún, muchos tienen toda su confianza depositadas en sí mismos, pero la Biblia nos enseña que es en Él que debemos depositar nuestra confianza, y no debemos apoyarnos en nuestro propio entendimiento.
Nuestros planes, nuestros proyectos, todo debemos ponerlo en las manos de Aquel que nos rescató de la muerte eterna. Es cierto que Él nos da la capacidad de salir a flote día a día, y es por eso que debemos confiar en Él, porque es Él que nos ayuda a tomar las mejores decisiones y nos da fuerza para seguir avanzando en el trayecto de esta vida.
Anteriormente mencionamos a las personas que confían en los demás, pero demos un vistazo a lo que nos dice la Biblia sobre esto:
Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.
Jeremías 17:5
Y es que no debemos confiar en los mortales, porque solo existe uno que es Fiel y Verdadero, ese es Jesucristo nuestro Señor, por tanto, lo repetiremos una y otra vez, es en Él que debemos depositar toda nuestra confianza, es a Él a quien debemos ir cuando debemos tomar una decisión importante, es Él quien nos guía por el mejor camino.
Que nuestro Dios y Salvador nos ayude cada día a vencer todos los obstáculos que se nos presenten en nuestro trayecto, que toda nuestra confianza esté depositada siempre en Sus Poderosas Manos.
Confiar en Dios no significa que no tengamos responsabilidades, sino que aprendemos a depender de Su dirección en todo momento. Muchas veces pensamos que podemos controlar cada detalle de nuestra vida, pero tarde o temprano entendemos que necesitamos la ayuda de Aquel que todo lo sabe y todo lo puede. La prudencia humana es limitada, mientras que la sabiduría de Dios es infinita.
La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que decidieron confiar en Dios antes que en sus propias fuerzas. Abraham confió en la promesa de Dios aun cuando parecía imposible. Moisés confió en que Dios abriría el Mar Rojo para librar al pueblo de Israel. David confió en Dios frente a Goliat, y aunque humanamente no tenía posibilidades de vencer, el Señor le dio la victoria. Estos testimonios nos muestran que la confianza en Dios nunca es en vano.
Cuando ponemos nuestra confianza en lo terrenal, nos exponemos a la frustración y a la decepción. Las personas fallan, las circunstancias cambian, los recursos se agotan, pero la fidelidad de Dios permanece para siempre. Él es inmutable, no cambia con el tiempo ni con las situaciones. Por eso Su Palabra nos invita a descansar en Él con plena seguridad.
La vida moderna muchas veces nos empuja a confiar en nuestras capacidades, en los títulos obtenidos, en la tecnología o incluso en los recursos económicos. Sin embargo, todas esas cosas son pasajeras. La verdadera paz solo se encuentra cuando entendemos que nuestro socorro viene del Señor. No hay mayor tranquilidad que saber que el Creador del cielo y de la tierra cuida de nosotros en cada detalle.
La confianza en Dios también trae beneficios espirituales. Nos da paz en medio de la tormenta, nos fortalece en los momentos de debilidad y nos llena de esperanza cuando todo parece perdido. Esta confianza nos ayuda a vivir con gozo, sabiendo que pase lo que pase, nuestro futuro está en Sus manos. Y si nuestra vida está segura en Cristo, no hay nada que temer.
Pidamos al Señor que aumente nuestra fe cada día, que nos ayude a rendir nuestro corazón y nuestra mente a Su voluntad. Que podamos ser obedientes a Su Palabra y que en lugar de apoyarnos en nuestra prudencia, aprendamos a esperar en Él. De esta manera viviremos bajo Su cobertura, caminando en la dirección correcta y disfrutando de la bendición de estar bajo Su cuidado eterno.
Conclusión: La Biblia nos exhorta a confiar plenamente en Dios y no en nuestra prudencia o en las fuerzas humanas. Confiar en el Señor es garantía de paz, esperanza y dirección segura. Aprendamos a entregar cada decisión, cada proyecto y cada paso en Sus manos, y veremos cómo Su fidelidad nos acompaña siempre. Él es digno de toda nuestra confianza.