El evangelio de hoy y el de ayer

Nuestro título es incorrecto sin duda alguna, ya que no existe un evangelio pasado y uno para hoy, existe un solo evangelio, un solo mensaje. Ahora bien, si comparamos el mensaje que se ha predicado de evangelio desde la época neotestamentaria con lo que se predica en muchas de nuestras iglesias el día de hoy, vamos a encontrar una notable diferencia.

¿Qué es el evangelio? Es un mensaje, las buenas nuevas de que cuando el hombre lo tenía todo perdido, Cristo vino, se hizo hombre, murió en la cruz y resucitó al tercer día para librarnos de la ira de Dios y regresar la amistad que perdimos con el Padre en el Edén.

El evangelio también incluye un mensaje que no a todos les va a agradar, pues, el mismo Jesús enseñó:

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

Mateo 16:24

La gente se puede encontrar este verso demasiado duro, pues está hablando de uno negarse a sus deseos, de tomar una cruz y luego seguir a Jesús, ese es el orden. No podemos creer poseer el mensaje del evangelio si no hablamos sobre la cruz en todo el sentido de su importancia.

Esto de negarse a sí mismo y cargar con su cruz la gente no lo quiere escuchar. Prefieren otras palabras más flexibles que, puesto que son verdaderas porque fue el Maestro que las dijo, obvian lo que citamos anteriormente. Lo que a ellos les gusta escuchar son cosas como estas:

28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.

29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;

30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Mateo 11:28-30

Ambos textos son palabras de nuestro Señor Jesús, y de la misma manera ambos merecen toda nuestra atención e importancia. No podemos andar tomando los textos que nos gustan y despojándonos de los que son duros de escuchar o de leer.  El evangelio es un mensaje, no una fracción de mensaje. ¡Debemos creer todo el mensaje, no una parte!

El mismo Evangelio que se predicó en un principio, debe seguir siendo presentado de una manera profunda y sin quitar ni añadir. El Evangelio es perfecto como está, no necesita de más ingredientes.

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