Mentir no es una honra, es un pecado que hiere el corazón de Dios y destruye la confianza entre los hombres. La mentira es un arma que los impíos usan constantemente para librarse de sus propios enredos, para encubrir sus malas obras y, en muchas ocasiones, para crear divisiones entre amigos, familias o comunidades enteras. La Biblia es clara en afirmar que Satanás es padre de mentira, y cada vez que alguien usa este recurso, está dejando que la oscuridad gobierne sus labios y sus acciones. Dar falso testimonio de otra persona es un problema grave, porque no solo afecta la reputación de aquel contra quien se miente, sino que puede provocar pleitos, divisiones y hasta maltratos físicos. En otras palabras, una mentira puede desencadenar consecuencias que parecen pequeñas en un inicio, pero que llegan a causar daños irreparables.
Por eso no es bueno mentir ni levantar falso testimonio contra los demás. La Palabra de Dios nos enseña a amar al prójimo como a nosotros mismos. Esto significa que si vemos que alguien está haciendo algo malo, no debemos aprovechar esa situación para hablar a sus espaldas o inventar cosas que no son ciertas, sino hablarle con paciencia y mansedumbre. La corrección hecha en amor, guiada por el Espíritu Santo, es mucho más efectiva que una acusación malintencionada. Hablar con humildad y sabiduría puede evitar conflictos y sanar relaciones que, de lo contrario, serían destruidas por la mentira y el engaño.
Martillo y cuchillo y saeta aguda es el hombre que habla contra su prójimo falso testimonio.
Proverbios 25:18
El proverbista compara el falso testimonio con tres armas destructivas: un martillo que golpea y rompe, un cuchillo que corta profundamente y una saeta aguda que penetra de manera rápida y dolorosa. Esta comparación nos enseña que las palabras que salen de nuestra boca no son inofensivas; por el contrario, pueden destruir vidas. La lengua tiene el poder de edificar o de destruir. Cuando alguien miente acerca de su prójimo, lo hiere de una manera semejante a un golpe brutal, a una herida cortante o a una flecha que atraviesa el alma. Por eso debemos tener mucho cuidado con lo que decimos, entendiendo que toda palabra tiene un peso eterno delante de Dios.
No es mentira que la lengua es el miembro más peligroso del cuerpo. Una sola palabra mal dicha puede causar destrucción. Podemos ver ejemplos claros en la historia de la humanidad: guerras que comenzaron por rumores, familias enteras que se dividieron por falsos testimonios, amistades que se rompieron por mentiras que nunca debieron pronunciarse. Una lengua usada sin control es un fuego que incendia bosques enteros, tal como lo describe Santiago en su epístola. Dios no se complace en la mentira, pues Él es Dios de verdad, y la verdad es parte de su esencia divina.
La Biblia nos enseña también que los mentirosos no heredarán el reino de los cielos (Apocalipsis 21:8). Esto nos muestra cuán serio es este pecado ante los ojos de Dios. No podemos minimizarlo ni verlo como algo pequeño. Cada vez que mentimos o damos falso testimonio, nos alejamos de la luz y abrazamos la oscuridad. Por eso el llamado constante de la Escritura es a ser personas íntegras, que hablen verdad en todo tiempo y que honren a Dios no solo con lo que dicen, sino también con lo que hacen.
Debemos ser sabios y actuar con buena conducta, recordando siempre que nuestro prójimo también es imagen y semejanza de Dios. Trátalo como a ti mismo: con respeto, con justicia y con amor. No des falso testimonio, porque esa es la práctica de quienes no tienen piedad y han endurecido su corazón. El verdadero creyente sabe que toda mentira, por pequeña que parezca, hiere no solo a los hombres, sino también a Dios, quien aborrece los labios mentirosos.
Dios está en los cielos y ve todas las cosas que suceden en la tierra. Nada se le escapa, ni una palabra pronunciada en secreto ni un susurro en la oscuridad. Él conoce la verdad, porque Él mismo es la verdad. Así que, aun cuando una mentira parezca dar fruto por un tiempo, finalmente será expuesta y traerá consecuencias al que la dijo. Por eso es mejor caminar en la verdad desde el principio, aunque duela, aunque cueste, porque la verdad siempre nos hará libres.
Amado hermano, escoge ser instrumento de bendición y no de destrucción. Usa tu lengua para edificar, para consolar y para proclamar la verdad del evangelio. La mentira y el falso testimonio traen ruina, pero la verdad trae vida, paz y justicia. Que tu oración sea como la del salmista: “Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios” (Salmos 141:3). Vive de manera íntegra, y tu vida será un testimonio vivo de la gracia de Dios.