Si crees en Jesús, tu vida será transformada

Cuando venimos a los pies del Rey de reyes todas las cosas cambian. Hemos pasado de muerte a vida, de tinieblas a la luz, porque antes andábamos en oscuridad tenebrosa, sin rumbo ni esperanza, mas ahora el Señor nos alumbra con la claridad de su gracia. El cambio que se produce en la vida de un creyente no es un simple ajuste de conducta, sino una transformación profunda del corazón. La Biblia nos recuerda que el que está en Cristo es una nueva criatura; lo viejo pasó y todas las cosas son hechas nuevas. Esa es la realidad gloriosa que experimenta todo aquel que se acerca al Señor con un corazón rendido.

El creer en Jesús de manera superficial no basta. No se trata únicamente de reconocer que Él existe o de admitir intelectualmente que es el Hijo de Dios. La verdadera fe implica entregarse por completo a Él, rendir todo nuestro ser y ponerlo en sus manos. Significa darle a Dios no solo nuestras palabras, sino también nuestras decisiones, nuestro tiempo y nuestras prioridades. No hay otro que pueda restaurar, salvar y sanar nuestras almas sino nuestro Dios. Ningún hombre, filosofía o religión puede darnos la vida eterna; solo Cristo es el camino, la verdad y la vida.

A la hora de ir a Él para ser restaurado, debemos entender que no siempre los problemas desaparecerán de manera inmediata. Algunos predican un evangelio de comodidad, como si seguir a Cristo fuese sinónimo de una vida libre de dificultades. Sin embargo, la realidad es que habrá pruebas, luchas y momentos de dolor. Lo que cambia es que ya no estamos solos en medio de esas tempestades. Habrá paz en nuestro corazón, porque Dios estará presente en cada momento de la prueba, y Él no nos dejará. El Señor mismo prometió estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Esa presencia fiel de Dios es la que nos sostiene y nos fortalece. Él nos ayuda, nos renueva y nos da fuerzas para que podamos soportar cada proceso y seguir en pie de batalla. Muchos no soportan ser moldeados por Dios porque el proceso de la restauración puede ser doloroso. El alfarero, para dar forma a la vasija, primero debe quebrarla y volver a moldearla, y muchas veces nosotros no queremos pasar por ese quebrantamiento. Pero el resultado final es glorioso: vidas transformadas, corazones renovados y una esperanza segura de salvación.

Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento.
Joel 2:12

El mismo Señor, cuando su pueblo Israel se había alejado de sus caminos, les hizo un llamado urgente para que se volvieran a Él. No era un simple consejo, era una exhortación amorosa a dejar la idolatría, la injusticia y el pecado, y a abrazar de nuevo la senda de la vida. Dios siempre ha extendido sus brazos de misericordia hacia los suyos, aun cuando ellos le han dado la espalda. Así también lo hace hoy con nosotros: nos invita a dejar los caminos de perdición y volvernos a la senda que conduce a la salvación.

Cada día, Dios nos hace un llamado a arrepentirnos de todo corazón, no de manera superficial, sino con una entrega sincera. Arrepentirse significa cambiar de rumbo, dejar atrás el pecado y volvernos a Dios con todo lo que somos. No basta con una emoción pasajera ni con un ritual externo. El profeta Joel lo expresó de manera contundente:

Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.
Joel 2:13

Dios no se complace en lo externo si el corazón permanece endurecido. Él desea que rasguemos nuestro corazón, es decir, que lo abramos con sinceridad delante de Él, dejando que su Espíritu Santo obre en lo profundo de nuestro ser. Su misericordia es grande, y no rechaza al que se humilla. A través del arrepentimiento genuino, podemos experimentar la restauración y el perdón.

Es necesario que comprendamos que el deseo de Dios es que seamos libres de toda esclavitud, que podamos caminar en victoria y que su gloria se manifieste en nosotros. El Señor quiere que cada día estemos firmes, no por nuestras fuerzas, sino por la suya. Si escuchamos su voz y obedecemos su Palabra, nuestra vida cambiará para bien, seremos renovados y podremos dar frutos dignos de arrepentimiento.

Amado hermano, cree y confía en Él. No solo será transformada tu vida, sino que también tu testimonio impactará a tu familia. Jesús es capaz de traer salvación a tu casa, así como lo hizo con el carcelero de Filipos en el libro de los Hechos. Cuando uno se convierte de verdad, el Señor extiende su gracia y muchos otros son alcanzados. Entrégate a Cristo sin reservas, y verás cómo todo tu entorno es iluminado por la luz de Aquel que nos sacó de las tinieblas a su luz admirable.

No des falso testimonio de tu prójimo
Haz las cosas de corazón