Cuando pidas a Dios, espera en Él

El momento de dirigirnos a Dios para pedirle algo es uno de los instantes más sagrados de nuestra vida espiritual. No podemos tomarlo a la ligera ni hacerlo de cualquier manera, porque al estar delante de Él hablamos con el Creador del cielo y de la tierra. Nuestra actitud determina mucho, ya que podemos honrar a Dios con nuestras palabras o, tristemente, pecar contra Él si nos acercamos con desesperación, quejas o falta de fe. Muchos, al atravesar una situación difícil, cuestionan a Dios diciendo: «¿Por qué no me respondes? ¿Por qué permites esto en mi vida?». Sin embargo, debemos recordar que el Señor es perfecto en sabiduría y que sus tiempos son justos y correctos.

La actitud correcta al pedir a Dios es la humildad y la paciencia. La humildad nos enseña que no exigimos, sino que pedimos reconociendo que todo viene de Él; y la paciencia nos recuerda que la respuesta no siempre será inmediata, porque el Señor permite procesos para moldearnos y fortalecernos. Por eso la Biblia nos habla tanto del dominio propio, porque sin él fácilmente podríamos caer en la desesperación, y la desesperación puede hacernos pecar con palabras apresuradas contra nuestro Dios.

Jesús mismo nos dio una de las promesas más hermosas acerca de la oración:

Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
Mateo 7:8

Este versículo nos garantiza que nuestras oraciones no son en vano. No dice que “algunos” recibirán, sino que “todo aquel” que pide recibirá. Pero, ¿qué significa esto en la práctica? Significa que cuando oramos conforme a la voluntad de Dios, con un corazón humilde y sincero, podemos estar seguros de que el Señor obrará. Su respuesta puede ser un “sí”, un “no” o un “espera”, pero siempre será la mejor respuesta para nuestra vida.

La desesperación es una de las armas más usadas por el enemigo para hacernos caer. Cuando el tiempo pasa y sentimos que Dios guarda silencio, es allí cuando las dudas llegan, cuando las preguntas surgen, cuando el enemigo susurra a nuestro oído: “¿Dónde está tu Dios?”. Sin embargo, si resistimos la desesperación y nos mantenemos firmes en la fe, veremos la gloria de Dios. La Biblia dice que los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, y esa espera paciente trae consigo madurez espiritual y fortaleza en medio de la prueba.

El mismo Jesús nos enseñó a pedir con perseverancia, como en la parábola de la viuda y el juez injusto (Lucas 18:1-8). Ella insistía una y otra vez, hasta que el juez, cansado de escucharla, le hizo justicia. Y Jesús concluye diciendo: “¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche?”. Con esto nos mostró que no debemos desfallecer en la oración, sino acudir constantemente a nuestro Padre, con fe y paciencia.

Cuando vayas a pedir a Dios, hazlo con la certeza de que Él escucha, con el corazón dispuesto a aceptar su voluntad. Él no pondrá carga más pesada de la que puedas llevar, y si permite una prueba, es porque a través de ella quiere fortalecer tu carácter, tu confianza y tu dependencia en Él. Nada ocurre por casualidad en la vida del creyente: todo tiene un propósito divino.

Por eso, cuando pidas a Dios, recuerda que recibirás no por la desesperación de tu corazón, sino por tu espíritu de humildad, mansedumbre y paciencia. Cuando le busques con sinceridad, le hallarás, porque Él mismo prometió dejarse encontrar por aquellos que le buscan de todo corazón (Jeremías 29:13). Y cuando toques la puerta, el Señor la abrirá, porque has acudido a Él con fe, confiando en que solo en su tiempo perfecto vendrá la respuesta.

Cada una de tus oraciones es escuchada. Ninguna lágrima es ignorada por Dios, ninguna súplica es desechada. Quizás hoy sientas silencio, pero no es ausencia, sino un tiempo de preparación. El Señor obra en lo secreto, y cuando sea el momento correcto, verás su respuesta clara y poderosa. Mientras tanto, confía, persevera, no te quejes ni cuestiones al Creador, porque sus pensamientos son más altos que los tuyos.

Amado hermano, confía en el Señor y espera en su tiempo. Recuerda que la desesperación es pasajera, pero la fidelidad de Dios es eterna. Así que sigue pidiendo, sigue buscando, sigue tocando con fe y esperanza, porque llegará el día en que verás con tus propios ojos el fruto de tus oraciones. Y entonces sabrás que valió la pena esperar en Aquel que nunca falla.

El sabio de corazón recibirá los mandamientos y no tropezará
Gózate en la tempestad