Llegó Jesús, prepárate

En la Biblia encontramos muchísimos milagros realizados por Jesús y desde niños hemos escuchado sobre ello, al punto que quizás muchos han perdido la sensibilidad de lo que está allí escrito. Lo han escuchado tanto que ya no les impresiona, pero no dejemos que nos pase tal cosa, debemos sorprendernos realmente por lo que allí está escrito, puesto que es verdaderamente sensacional.

La lectura de los milagros no debe convertirse en algo rutinario, sino en una experiencia renovadora para nuestra fe. Cada relato nos muestra la grandeza del poder de Dios y cómo Él interviene en la vida de las personas de manera inesperada. Si abrimos nuestro corazón, cada milagro tiene una enseñanza profunda que aún hoy nos puede transformar.

La Biblia nos habla de un milagro maravilloso, y es sobre el paralítico de Betesda que tenía 38 años que no podía caminar. De tiempo en tiempo descendía un ángel al estanque que había en aquel lugar e iban toda clase de enfermos, y el primero que descendía a las aguas luego del movimiento de las aguas quedaba sano, sin importar cuál fuese su enfermedad.

Ese estanque era un lugar de esperanza, pero también de frustración para muchos. Allí llegaban ciegos, cojos, enfermos de distintas dolencias, todos con el mismo deseo de ser sanados. Sin embargo, la competencia era fuerte: solo uno podía recibir la sanidad en cada ocasión. Imagínese lo que significaba para aquel paralítico mirar una y otra vez cómo otros obtenían el milagro que él tanto anhelaba.

No sabemos cuántas veces aquel paralítico intentó ser sanado en el estanque, pero lo cierto es que siempre otro llegaba primero que él al agitarse las aguas. Aquel hombre duró años de su vida haciendo las cosas por sí mismo y no lo logró de ninguna manera, sin embargo, en medio de sus intentos pasó algo asombroso:

6 Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?

7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.

8 Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.

9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.

Juan 5:6-9

Aquí encontramos una de las enseñanzas más poderosas de este pasaje: cuando creemos que no hay salida, Jesús aparece. El hombre había perdido toda esperanza, pero Jesús lo miró con compasión y transformó su historia en un instante. No fue necesario que entrara al estanque, no fue necesario depender de otros, porque la palabra del Hijo de Dios fue suficiente para cambiarlo todo.

¿Qué tiempo de tu vida has luchado por algo y tu esfuerzo no ha servido de nada? Te invito a que mires la historia de este paralítico y veas como su esfuerzo no sirvió, pero Jesús tuvo piedad de él, de la misma manera Dios nos puede ayudar y quiere ayudarnos. Depositemos todo lo que somos en Él y tendremos resultados diferentes.

Cuando confiamos en nuestras fuerzas, muchas veces terminamos cansados y frustrados. Sin embargo, cuando dejamos que Dios intervenga, todo cambia. El milagro del paralítico nos recuerda que no se trata de lo que podamos lograr por nuestra cuenta, sino de la gracia y el poder de Cristo obrando en nosotros.

Jesús en aquel momento levantó ese paralítico que tenía 38 años sin caminar. Nuestro Jesús es realmente grande.

Esa grandeza no solo se manifestó en aquel día, sino que sigue vigente hoy. Él continúa obrando en nuestras vidas, levantando al caído, fortaleciendo al débil y dando esperanza a quien ya no la tiene. El mismo Jesús que dijo “levántate” sigue hablándonos a través de Su Palabra para que también nos levantemos de nuestras derrotas y caminemos en victoria.

Conclusión: La historia del paralítico de Betesda es un recordatorio de que los planes de Dios son más grandes que nuestras limitaciones. No importa cuántos años llevemos luchando sin éxito, Jesús tiene el poder para transformar cualquier situación en un abrir y cerrar de ojos. Confiemos en Él, pongamos nuestra fe en acción y veremos cómo lo imposible se convierte en posible. Porque cuando Jesús llega, la vida cambia por completo.

Dios es grande
Sabiduría y paz hay en Su Palabra