Dios, Tú eres el amparo del huérfano

Oh, Señor a Ti damos la gloria y honra por Tu amor y gran misericordia con los huérfanos y gente que no se vale de sí misma. Tú eres su sustento y su socorro, el ayudador de ellos eres Tú mi Dios.

Hoy agradecemos que siempre estás pendiente de cada una de esas personas que, por el pecado del hombre han nacido de esa forma, y aún han quedado de repente ciegos, cojos, y otras otras dificultades, pero Tú Dios, te compadeces de ellos.

Dios hace como Él quiere y con el que Él quiere. Dios tiene misericordia, pero aquellos que no pueden valerse por sí mismos a veces son insultados y maltratados, la gente no les muestran amor, ni les ayudan cuando piden alimento. Esto no debe ser así, porque si Dios es misericordioso con los que puede valerse por sí mismos, entonces nosotros debemos mostrar ese mismo amor para aquellas personas que no pueden valerse por sí mismas.

Tú lo has visto; porque miras el trabajo y la vejación,
para dar la recompensa con tu mano;
A ti se acoge el desvalido;
Tú eres el amparo del huérfano.

Salmos 10:14

A veces vemos personas con discapacidad visual que quieren trabajar y tienen todos los ánimos del mundo para hacerlo, otros que no pueden caminar pero buscan la forma de moverse para poder trabajar, y cada una de estas personas logran ir hacia adelante, Dios le ayuda siempre y les da nueva fuerzas para que lo puedan lograr.

La recompensa de Dios para cada una de estas personas es grande por su valentía y su esfuerzo de trabajar. Dios les mira día tras día, desde los cielos Él está pendiente para glorificarse en gran manera.

Su recompensa es mayor ante todo. Creamos a Dios, Él es fiel y su misericordia es perfecta todos los días. Por eso demos gracias al Señor. Y como dice en la misma Biblia, que Él es nuestro amparo y fortaleza en medio de la tribulación. Dios siempre será nuestro único socorro.

La enseñanza que encontramos en estos pasajes es clara: si Dios se preocupa por los más débiles, nosotros como hijos suyos debemos reflejar esa misma compasión en nuestras vidas. La indiferencia y el desprecio hacia el prójimo son actitudes contrarias al corazón del Padre, quien nos llama a ser instrumentos de su amor. La verdadera religión, como menciona Santiago, consiste en visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarnos sin mancha del mundo.

El ejemplo de Jesús en la tierra fue de compasión y cercanía hacia los marginados de la sociedad. Él no hizo acepción de personas, sino que extendió su mano de amor tanto a los pobres como a los enfermos y oprimidos. De esa manera, nos dejó un modelo que debemos imitar, procurando que en nuestras comunidades y congregaciones no falte el apoyo a los más frágiles y vulnerables.

La misericordia no se queda en palabras, sino que debe traducirse en acciones concretas. Brindar un plato de comida, un gesto de ánimo o un acto de servicio puede marcar la diferencia en la vida de quien lo recibe. Cuando actuamos así, no solo cumplimos con la voluntad de Dios, sino que también somos testigos de su bondad delante del mundo.

Conclusión: El llamado de Dios es a mirar con compasión a los huérfanos, a los desvalidos y a todos aquellos que no pueden valerse por sí mismos. Él es nuestro ejemplo perfecto de amor y misericordia, y nosotros debemos seguir sus pasos. No se trata solo de reconocer la necesidad, sino de actuar para suplirla. Recordemos siempre que cada acto de bondad hacia los más pequeños es como si lo hiciéramos al mismo Señor. Vivamos, pues, mostrando misericordia, porque de la misma manera en que damos, también recibiremos de parte de Dios abundante gracia y bendición.

La creación bajo los estatutos de Dios
Hagamos morir lo terrenal en nosotros