Las personas fuera de los caminos de Dios, solo andan en sus propios deseos y sentimientos los cuales producen en ellos pensamientos malos y de continuo se hacen daños ellos mismos.
La misma palabra de Dios nos habla claramente que solo tenemos un Dios que, cuando venimos a Él, nos limpia y renueva nuestro espíritu, cambia todo de nosotros.
Una persona renovada en la presencia de Dios no practica las cosas que hacía antes porque ya ha sido renovada, ha sido despojada de todo el peso del pecado que día tras día le perseguía para que haga daño a las demás personas y para que también esa misma persona sufriera, pero cuando Dios llega todo cambia.
Dios recibe a todo aquel que viene donde Él, Su presencia renueva el corazón de las personas, cambia su lamento en baile y ciñe su rostro de alegría. Su actitud hacia sus prójimos cambia positivamente, porque cuando El maestro llega a la vida de alguien, todo cambia.
8 Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.
9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,
10 y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,
Colosenses 3:8-10
Después de haber cambiado nuestra vestidura vieja por una nueva, no debemos dejarla caer, sino ser renovados cada día en la presencia del Señor hasta que Él venga por nosotros, procurar que cada día seamos sabios en el Señor y nos cuidemos de no caer en aquel mundo de perdición.
Busquemos a cada momento el conocimiento del Señor para no desfallecer, y seguir firmes en la presencia de Dios, que es la que nos ayudará a ser fuertes y a estar llenos de esperanza.
Es difícil recibir una vestidura impecable y luego dejarla ir solo por no hacer un esfuerzo en nosotros mismos, es decir, dejar ir esa gracia que corre como un río de agua viva por todo nuestro interior.
Debemos recordar algo muy importante: Dios siempre está dispuesto ayudarnos a seguir hacia adelante, pero cambiaremos de vida y de ruta si estamos dispuestos a que Dios nos ayude. Por eso debemos ser obedientes y escuchar a Dios y seguir sus palabras, porque a través de ella somos renovados, ya que es una espada de doble filo, que corta todo lo que no es del agrado de Dios.
Así que, tu vida puede ser renovada en el Señor, todo tu ser puede ser cambiado, solo debes dar el paso y creer en El Señor, Él hará de tu vida una vida mejor. Pidamos renovación día a día en Señor.
La verdadera renovación en Cristo
Cuando la Biblia habla de dejar el “viejo hombre” se refiere a abandonar los hábitos que nos alejaban de Dios. Antes vivíamos según nuestros deseos, pero al recibir a Cristo somos transformados en una nueva creación. Esa renovación no es solamente exterior, sino interior, porque el Espíritu Santo nos guía a vivir en santidad. Es un proceso continuo, en el cual cada día aprendemos a depender más de Dios y menos de nuestras propias fuerzas.
El cambio que Dios produce en una persona se nota en su carácter, en sus palabras y en sus acciones. Una persona que antes estaba dominada por la ira, ahora aprende a controlar su temperamento. Quien antes vivía en tristeza, ahora experimenta el gozo de la salvación. Y quien antes andaba en mentira, ahora habla con la verdad porque su vida refleja a Cristo. Este testimonio es el que impacta a los demás y los motiva a también buscar esa renovación.
El llamado a perseverar en la renovación
La renovación en el Señor no es un evento aislado que ocurre una sola vez, sino un estilo de vida. Por eso es necesario cuidar nuestra relación con Dios a través de la oración, la lectura de la Palabra y la congregación con otros creyentes. Cuando dejamos de alimentar nuestro espíritu, corremos el riesgo de volver a las prácticas antiguas que ya habíamos abandonado. Pero si permanecemos firmes en el Señor, Él nos da nuevas fuerzas cada día.
El apóstol Pablo nos recuerda que esta transformación es progresiva, “de gloria en gloria” (2 Corintios 3:18). Eso significa que aunque todavía no somos perfectos, vamos avanzando poco a poco hacia la madurez espiritual. La clave está en mantenernos en Cristo, porque separados de Él nada podemos hacer.
Conclusión
La vida sin Dios solo conduce a la frustración y a la pérdida, pero con Cristo somos renovados completamente. Él nos limpia, nos da un nuevo corazón y nos enseña a vivir conforme a su voluntad. No se trata de un cambio superficial, sino de una verdadera transformación que abarca nuestra mente, nuestro corazón y nuestras acciones. Mantenernos firmes en esa renovación es un desafío, pero con la ayuda del Espíritu Santo es posible. Pidamos cada día ser renovados en la presencia del Señor, para que nuestra vida dé testimonio de que Dios hace nuevas todas las cosas.