Tres versos de la Biblia que hablan en contra del chisme

Ciertamente es como dijo el apóstol Pablo: «La Palabra de Dios es útil». Y es útil para todo, ya que en ella encontramos todo lo que necesitamos, es como el mar: si navegamos profundamente podemos encontrar todo tipo de peces, lo mismo sucede con la Biblia, si la escudriñamos podemos hallar todo lo que necesitamos en nuestra vida cristiana. Allí hay consuelo, dirección, corrección, ánimo y también advertencias. Una de esas advertencias es contra un mal que muchas veces pasa desapercibido: el chisme.

La Biblia nos habla con claridad acerca del chisme. Todos tenemos una idea de lo que es, pero conviene definirlo bien: el chisme se puede entender como una noticia no verificada que circula entre las personas, casi siempre en sentido negativo, con la intención o el efecto de dañar la reputación o la confianza hacia alguien. No es algo trivial, es un pecado que hiere, destruye y abre puertas al enemigo. Dios, en su sabiduría, nos advierte de sus terribles consecuencias.

Pero, nuevamente, ¿qué nos dice la Biblia sobre el chisme? Veamos algunos pasajes y reflexiones que nos muestran lo dañino que es y cómo debemos guardarnos de él.

Rompe amistades

Si en realidad hay algo que pueda destruir una amistad es el chisme. Una palabra mal dicha, un rumor inventado o exagerado, tiene el poder de levantar muros entre las personas, de sembrar desconfianza y resentimiento. Lo terrible es que muchas veces esas palabras ni siquiera tienen fundamento, pero logran el efecto de separar corazones. El chisme es como un veneno que se infiltra lentamente hasta destruir la confianza entre amigos.

El hombre perverso levanta contienda, Y el chismoso aparta a los mejores amigos.
Proverbios 16:28

Este versículo es claro: el chisme no solo hiere, sino que puede llegar a separar incluso a los mejores amigos. Si deseamos mantener relaciones sanas y agradables delante de Dios, debemos cuidar nuestras palabras y no dar espacio a comentarios que siembran división.

El chisme lo daña todo

No propagarás falso rumor; no te concertarás con el impío para ser testigo falso.
Éxodo 23:1

El Señor, desde el Antiguo Testamento, fue muy enfático en prohibir la propagación de falsos rumores. Y es que, en esencia, un chisme es una mentira adornada, es ser cómplice del enemigo, porque Satanás es el padre de mentira. Cuando repetimos un rumor sin verificarlo, nos convertimos en testigos falsos sin darnos cuenta, participamos en el pecado del que comenzó la calumnia. Por eso, lo mejor es callar si no tenemos certeza, y aun con certeza, preguntarnos: ¿es necesario decirlo? ¿edifica lo que voy a compartir?

Un rumor mal intencionado puede dañar familias, ministerios y congregaciones enteras. Puede apagar la fe de un nuevo creyente o desanimar a alguien que estaba buscando a Dios. El chisme no solo destruye amistades, daña el testimonio del cuerpo de Cristo.

Dios destruirá al chismoso

Destruiré al que en secreto calumnia a su prójimo; no toleraré al de ojos altaneros y de corazón arrogante.
Salmos 101:5

Este versículo nos recuerda que Dios no toma el chisme a la ligera. El Señor mismo promete destruir al que calumnia en secreto. Esto nos demuestra que no es un pecado pequeño, es un pecado que provoca la ira de Dios porque va directamente en contra del amor al prójimo y atenta contra la unidad de la iglesia. En el Nuevo Testamento, Pablo advierte que los chismosos, junto con otros pecadores impenitentes, no heredarán el reino de los cielos (Romanos 1:29-30, 1 Corintios 6:9-10).

El chisme es contrario al mandamiento de amar al prójimo como a nosotros mismos. Si dedicamos tiempo a hablar mal de alguien, si repetimos lo que no sabemos con certeza, o si disfrutamos escuchando rumores, estamos desobedeciendo a Dios. El amor cubre multitud de pecados, pero el chisme los expone y los multiplica.

La Biblia nos llama a edificar, no a destruir. Si de nuestra boca salen rumores y calumnias, ¿cómo diremos después que amamos a Dios? El apóstol Juan dice que quien no ama a su hermano, no puede decir que ama a Dios. Hablar en contra de nuestro hermano nos convierte en enemigos de la gracia.

Conclusión

A lo largo de las Escrituras vemos que el chisme es un pecado peligroso, que rompe amistades, daña comunidades y acarrea juicio de Dios. No se trata de un error pequeño, se trata de un mal que debemos erradicar de nuestras vidas y congregaciones. El pueblo de Dios debe ser conocido por su amor, no por sus murmuraciones. Cuando sientas la tentación de hablar de alguien, recuerda que el silencio puede ser más sabio y que la oración por esa persona es más poderosa que cualquier palabra negativa.

Pidamos al Señor que nos dé un corazón lleno de amor y una lengua que proclame vida y verdad. En lugar de chismear, hablemos palabras que edifiquen, que animen y que reflejen la gracia de Cristo en nosotros. Así daremos testimonio de que realmente somos hijos de Dios, y que su amor reina en nuestro corazón.

David nos enseñó mucho sobre el perdón
Mis pies no han resbalado, porque tú Jehová me sostienes