3 cosas que la Biblia nos dice que somos

Somos el pueblo de Dios, como la misma Biblia lo describe: Nación santa, real sacerdocio, pueblo adquirido por Dios. Somos propiedad de Dios, pertenecemos a Él y a nadie más. Él es nuestro dueño y Señor, y por ende es importante que sepamos aquellas cosas que la Biblia nos dice que somos, para que tengamos una identidad en el Señor.

El hecho de pertenecer a Dios nos otorga un privilegio único, pero también nos da la responsabilidad de reflejar a Cristo en cada área de nuestra vida. No se trata únicamente de un título espiritual, sino de una manera de vivir distinta al mundo. Esta identidad nos diferencia y nos permite mantenernos firmes en medio de un entorno lleno de tinieblas, porque sabemos quiénes somos y a quién servimos.

Somos la sal de la tierra

La sal tiene ciertas propiedades que si las quitas, entonces deja de ser sal. Lo mismo pasa con nosotros los cristianos, somos la sal de esta tierra, los que le damos sentido. Somos los encargados de transmitir el mensaje de salvación para las vidas de los habitantes de este mundo y precisamente por eso Jesús nos dice que somos la sal de este mundo:

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

Mateo 5:13

Somos sal, no permitamos que este mundo nos desvanezca a nosotros, salemos nosotros a este mundo.

La sal, además de dar sabor, también preserva. En la antigüedad se usaba para conservar los alimentos y evitar que se dañaran. De la misma manera, nuestra vida en Cristo debe tener un efecto de preservación en una sociedad corrompida por el pecado. Ser sal significa mantenernos firmes en la verdad de Dios, influenciando positivamente a quienes nos rodean, sin dejarnos arrastrar por las corrientes de este mundo.

Somos la luz del mundo

Somos la luz, somos los que alumbramos la oscuridad absoluta de este mundo. Somos aquellos que con nuestro mensaje de vida y nuestras obras mostramos al mundo que en nosotros hay luz y que ellos pueden ser alumbrados por ella.

Jesús dijo:

14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.

15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.

16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Mateo 5:14-16

Algo que nunca hacemos es tomar una lámpara y esconderla, al contrario, la colocamos visible, en un lugar donde alumbre todo el lugar. Demostremos al mundo que en nosotros hay luz y que esa luz se llama Jesús, quien es suficiente para alumbrar aún en la más densa oscuridad.

Ser luz implica ser ejemplo con nuestras palabras y acciones. No se trata de brillar por nosotros mismos, sino de reflejar la luz de Cristo en un mundo que anda en tinieblas. Cada gesto de bondad, cada obra de justicia y cada palabra de verdad se convierten en rayos de luz que apuntan hacia Dios y glorifican su nombre.

Somos hijos de Dios

La Biblia nos dice que somos hijos de Dios y que mediante Cristo tenemos una heredad en los cielos.

Tenemos un Padre Celestial, el cual nos escucha tanto en momentos difíciles como en los buenos y que nunca está ocupado como para no atendernos.

El apóstol Pablo dijo:

26 pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;

27 porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.

Gálatas 3:26-27

Somos hijos de Dios, entonces debemos vivir diferente y actuar como tales.

Ser hijos de Dios nos asegura un lugar en su familia y nos recuerda que no estamos solos. Como Padre amoroso, Él nos disciplina, nos guía y nos concede promesas de esperanza y vida eterna. Esta identidad debe impulsarnos a vivir en obediencia y santidad, sabiendo que representamos al Rey de reyes y que nuestra herencia es incorruptible.

Conclusión

Nuestra identidad en Cristo es clara: somos pueblo adquirido por Dios, somos sal, somos luz y somos hijos del Padre Celestial. Estas verdades deben marcar la diferencia en nuestra manera de pensar, hablar y actuar. El mundo necesita creyentes que vivan conscientes de lo que son en Cristo, firmes en la fe y dispuestos a brillar en medio de la oscuridad. Recordemos siempre que ser parte del pueblo de Dios es un privilegio y también un compromiso de representar dignamente a nuestro Señor en todo momento.

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