Amor inagotable

¿Te has puesto a pensar por un momento lo mucho que Dios te ha amado? A veces solo vamos ante Dios a presentar nuestros problemas, cosa que no está mal, pero lo cierto es que se nos olvida ir ante Dios y solamente recordar lo bueno que Él ha sido con nosotros, lo mucho que Él nos ha amado y solamente darle gloria y honor.

El amor de Dios es incomparable, ni aún la historia de amor que más te ha hecho llorar se puede comparar con la historia de la cruz, puesto que la historia de la cruz nos muestra el amor más desinteresado que pueda haber. Imagínese usted, Dios nos amó, envió a su Hijo a morir por nosotros, y esto nosotros siendo enemigos de Él, siendo nosotros aborrecedores de todo lo bueno, aún así, Dios envió a su Hijo para salvarnos, y lo entregó a muerte de Cruz. ¿Acaso eso no es un motivo más que suficiente para que le alabemos?

¿Sabes qué tanto nos ama Dios? Nos ama tanto que nadie nos puede separar de Él:

37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,

39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Romanos 8:37-39

Dios nos ha amado con un amor inagotable, con un amor que no puede ser superado, y no nos ha amado sin demostrar obras, sino que hizo la obra más grande, enviando a su Hijo a morir por nosotros.

Oh amados hermanos, ¿quién o qué nos puede arrebatar de sus manos? Estamos reposando en las manos de Dios, y sus manos nos guardan y nos sostienen, nos ayudan a cruzar por el valle de la oscuridad, nos ayudan a poder cruzar por el fuego sin quemarnos, nos ayudan a cruzar por las aguas sin ahogarnos, simplemente Dios está con nosotros y con Él somos más que vencedores.

El apóstol Juan nos recuerda que “Dios es amor” (1 Juan 4:8). Esa declaración no es solo una definición, es una realidad que se experimenta día a día. Cuando abrimos los ojos cada mañana y vemos el regalo de la vida, cuando respiramos y sentimos paz en medio de la tormenta, estamos contemplando la manifestación de ese amor inquebrantable. El mundo puede fallarnos, las personas pueden decepcionarnos, pero el amor de Dios permanece intacto y verdadero en todo tiempo.

Muchas veces creemos que el amor de Dios se basa en nuestras obras o en lo bien que nos portamos, pero la verdad es que Su amor es incondicional. Él nos amó aun cuando no le conocíamos, y nos sigue amando incluso en nuestras debilidades. Esta certeza nos debe llenar de confianza y gratitud, pues no existe nada más liberador que saber que no dependemos de nuestra perfección para recibir el abrazo del Padre.

La cruz de Cristo es la máxima evidencia de ese amor. Allí, en medio del dolor, Jesús cargó con nuestros pecados y nos abrió el camino hacia la vida eterna. Cuando meditamos en este sacrificio, nuestro corazón debería llenarse de reverencia y gratitud, porque nadie más podría habernos dado una salvación tan perfecta y eterna. El amor humano, por más puro que parezca, siempre tiene límites, pero el amor divino es eterno y sin condiciones.

Además, el amor de Dios nos da seguridad. Saber que nada ni nadie puede separarnos de Él nos permite vivir con esperanza y confianza, aun en los momentos de dificultad. Cuando atravesamos pruebas, debemos recordar que no estamos solos, que Su amor nos acompaña y nos sostiene. La vida cristiana no está exenta de problemas, pero sí está llena de promesas y certezas, y una de las más grandes es que nunca seremos apartados de Su amor.

El amor de Dios también nos motiva a amar a los demás. Si hemos sido tan amados, no podemos guardar ese amor solo para nosotros; debemos compartirlo con quienes nos rodean. Amar a nuestro prójimo, perdonar, servir y extender misericordia son maneras prácticas de reflejar ese amor que primero recibimos del cielo.

Conclusión: El amor de Dios es la base de nuestra fe, el ancla de nuestra esperanza y la razón de nuestra adoración. Recordar constantemente ese amor nos da fuerzas para seguir adelante y nos impulsa a vivir con un corazón agradecido. Que cada día podamos decir con seguridad: “Nada me podrá separar del amor de Cristo”. Y que nuestras vidas sean un reflejo vivo de esa verdad eterna.

3 cosas que la Biblia nos dice que somos
Mi porción es Dios