Hacer todo con amor

En la vida tendemos a cometer errores que nos causan dolor y tristeza, pero si estamos en los caminos de Dios todas las cosas aquí dentro pueden cambiar.

El ser humano, por naturaleza, es vulnerable a las caídas y equivocaciones, pero la diferencia entre aquellos que caminan con Dios y los que no lo hacen es que el creyente puede encontrar esperanza en medio de sus tropiezos. La gracia de Cristo transforma nuestra manera de ver los problemas y nos ayuda a entender que todo tiene un propósito bajo la voluntad de Dios.

Si no tenemos ese amor que viene de nuestro Señor Jesús, siempre actuaremos mal y haremos todas las cosas sin amor. Pero aunque tengamos problemas o cualquier tipo de dificultades, hagamos todo bien.

Todas vuestras cosas sean hechas con amor.

1 Corintios 16:14

Todo aquel que no tiene amor hará las cosas sólo por hacerlas y por el compromiso que tiene con hacerlas, cuando la Palabra nos enseña lo contrario, pues el versículo anterior nos dice que las cosas se deben hacer con amor.

Cuando servimos a nuestro prójimo debemos hacerlo con amor, con paciencia, porque de esta forma demostramos que somos personas diferentes a las que hacen las cosas por obligación. El amor genuino se refleja en nuestras actitudes, en la manera en la que tratamos a los demás, y en la disposición que mostramos aún en los momentos más difíciles.

Jesús nos dio sus buenas dádivas sin nosotros merecerlas. Esto fue por su gran amor hacia la humanidad de entregarse a sí mismo para que pasemos de muerte a vida, de tinieblas a luz, y seamos herederos del reino de los cielos.

El ejemplo de Cristo nos invita a reflexionar sobre la forma en que estamos llevando nuestra vida diaria. Si Él, siendo Dios, se humilló y entregó su vida por amor, ¿cómo no hemos de amar nosotros en lo cotidiano? Amar no significa únicamente tener un sentimiento, sino también realizar acciones concretas que edifiquen a otros, aunque a veces no recibamos nada a cambio.

Seamos ejemplo de esto, no despreciemos el hacer todas las cosas con amor, porque así nos manda el Señor. 1 Corintios 16:14 nos habla bien claro: «Todas vuestras cosas sean hechas con amor». Así es como debe ser.

El Apóstol Pablo fue bien claro al hablar. Él le decía a los corintios que fueran pacientes, buenas personas, misericordiosas, y que todas las cosas que fueran a hacer las hicieran con amor. Este consejo no se limitaba a un grupo selecto, sino que debía aplicarse a cada creyente, pues el amor es la marca más visible del cristiano verdadero.

En este capítulo Pablo no sólo les está hablando de las cosas terrenales, sino que también está mandando a que todas las cosas sean hechas con amor, o sea también las espirituales. No olvidemos que tenemos que velar y orar, porque así podremos tener las fuerzas de nuestro Señor para poder seguir hacia adelante.

Hacer todo con amor implica también nuestra vida de oración, la predicación de la Palabra, la adoración, el servicio en la iglesia y la forma en la que compartimos el evangelio con los demás. Un servicio sin amor es vacío, pero cuando está motivado por el amor de Cristo, se convierte en una ofrenda agradable a Dios.

El amor debe estar presente en nuestra familia, en el trabajo, en la iglesia y en toda relación interpersonal. Cuando actuamos con amor, mostramos al mundo que somos hijos de Dios y reflejamos la esencia misma del evangelio. Recordemos que sin amor, aún el acto más grande pierde su verdadero valor.

Conclusión

El mandato de Pablo sigue vigente hoy: todas nuestras acciones deben estar impregnadas de amor. Es un llamado a vivir una vida coherente, donde no exista separación entre lo que creemos y lo que hacemos. Si actuamos con amor en lo pequeño y en lo grande, estaremos cumpliendo la voluntad de Dios y siendo luz en medio de la oscuridad. Que cada palabra, cada gesto y cada obra nuestra estén motivados por el amor de Cristo, porque sólo así podremos impactar verdaderamente en la vida de los demás.

Unidos como hermanos
Quién es Dios, sino sólo Jehová