La oración más poderosa, debes hacerla

La oración es una parte vital de aquellos quienes profesamos a Dios, y en esos momentos de amargura, de dolor, de desencanto o desaliento, no debemos quedarnos con los brazos cruzados o encerrados en una depresión, sino que debemos ir sobre nuestra rodillas, clamando al poderoso Dios, el cual es maravilloso para ir a nuestro rescate.

La oración es el puente que conecta nuestro corazón con el cielo. Es el recurso que Dios nos ha dejado para acercarnos a Él en cualquier circunstancia, ya sea de gozo o de tristeza. Muchas veces, en medio de las pruebas, pensamos que la mejor salida es aislarnos o dejar que la desesperanza nos consuma, pero el ejemplo de la Biblia nos enseña otra cosa: doblar nuestras rodillas, humillarnos delante del Señor y confiar que Él es fiel para escucharnos y respondernos a su tiempo perfecto.

La Biblia está llena de poderosas oraciones hechas por hombres y mujeres de Dios, sin embargo hay una entre ellas que deseamos destacar, y es la oración de Ana, una oración desesperada, pero a la vez llena de fe, compromiso, llanto y gratitud:

9 Pero Ana se levantó después de haber comido y bebido en Silo, y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en la silla junto al poste de la puerta del templo del Señor,

10 ella, muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente.

11 E hizo voto y dijo: Oh Señor de los ejércitos, si tú te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que das un hijo a tu sierva, yo lo dedicaré al Señor por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza.

12 Y mientras ella continuaba en oración delante del Señor, Elí le estaba observando la boca.

13 Pero Ana hablaba en su corazón, sólo sus labios se movían y su voz no se oía. Elí, pues, pensó que estaba ebria.

14 Entonces Elí le dijo: ¿Hasta cuándo estarás embriagada? Echa de ti tu vino.

15 Pero Ana respondió y dijo: No, señor mío, soy una mujer angustiada en espíritu; no he bebido vino ni licor, sino que he derramado mi alma delante del Señor.

16 No tengas a tu sierva por mujer indigna; porque hasta ahora he orado a causa de mi gran congoja y aflicción.

17 Respondió Elí y dijo: Ve en paz; y que el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho.

18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia ante tus ojos. Y la mujer se puso en camino, comió y ya no estaba triste su semblante.

1 Samuel 1:9-18

Ana estaba casada con un hombre llamado Elcana, el cual tenía otra esposa llamada Penina… Ana se afligía grandemente porque ella era estéril y Penina se burlaba por esta situación y esto hacía que el corazón de Ana se turbara en gran manera.

Este detalle nos muestra que Ana no solo cargaba con una aflicción personal, sino también con la presión social y familiar. En aquellos tiempos, la maternidad era considerada un símbolo de honra y bendición, por lo cual la esterilidad generaba desprecio y burla. La experiencia de Ana representa a todos los que alguna vez han sentido que su situación es motivo de crítica o humillación delante de los demás, pero aún así, ella decidió llevar su carga al Señor.

Todos en esta vida tenemos algo que alguna vez nos ha turbado por completo, incluso, posiblemente en este momento, usted también esté pasando por un momento muy triste y perturbador, pero, ¿desmayaremos por la aflicción u oraremos a Dios para que venga a nuestro rescate?

La pregunta anterior nos invita a reflexionar: ¿qué hacemos con nuestras cargas? Muchos buscan respuestas en lugares equivocados, otros intentan resolver sus problemas con sus propias fuerzas, pero el creyente debe recordar que el recurso más grande es la oración. Ana nos enseña que, aunque el dolor sea intenso, siempre hay un espacio en el corazón para clamar con fe y esperanza.

La oración de Ana pareciera una oración fuera de lugar, en el sentido de que ella no podía tener hijos, sin embargo, cuán glorioso es cuando por encima de las circunstancias podemos confiar plenamente en Dios, y saber que si es la voluntad de Dios todo se puede cumplir por encima de cualquier pronóstico que vaya en nuestra contra.

Muchos médicos o diagnósticos pueden dictar sentencias imposibles de revertir, pero cuando Dios habla, todo cambia. La oración de Ana nos demuestra que la fe puede superar cualquier límite humano. Ella no solo pidió un hijo, sino que además lo ofreció de antemano como un voto de gratitud y consagración. Esto revela que la oración no debe ser egoísta, sino que debe estar alineada con los propósitos de Dios.

Esta mujer, llena de aflicción dijo:

«Oh Señor de los ejércitos, si tú te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que das un hijo a tu sierva, yo lo dedicaré al Señor por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza».

¿Crees que la aflicción de Ana era pequeña? Pues no, estaba pasando por el momento más amargo de su vida, sin embargo, aún le quedaban fuerzas para clamar al Señor, de la misma manera, en medio de nuestros problemas, siempre existe ese poco de fuerzas para clamar al Señor. Recordemos que Dios es experto multiplicando las fuerzas del que no posee ninguna.

Aquí encontramos una lección poderosa: aunque creamos que no nos quedan fuerzas, el Señor puede renovarlas. Ana no se quedó llorando solamente; transformó su llanto en clamor. Esa es la clave que también nosotros debemos aplicar: convertir la angustia en oración y la desesperación en confianza.

Y algo que debes estar atento sobre esta poderosa oración es sobre esto:

«Pero Ana hablaba en su corazón, sólo sus labios se movían y su voz no se oía»

¿Estás cansado? Pronuncia en tu corazón la oración más sublime que puedas hacer, anda, no te quedes acostado en la cama, deseando nunca despertar para que los días pasen rápido, ¡no hagas eso! porque estarías desaprovechando la gran oportunidad que te ofrece la vida al respirar y poder acercarte a Dios, la oportunidad de poder derramar tu corazón delante de Él, ve ante Dios, Él no rechaza a nadie, sin importar nuestra condición Él nos recibe, nos escucha, simplemente está presente en todo momento.

Ana se afligió, pero supo comprender el secreto que se encuentra cuando derramamos nuestro corazón solamente delante de Dios. Esperamos que en tu momento más difícil puedas regocijarte en Dios y clamar solo a Él.

En conclusión, la oración de Ana nos enseña que no importa cuán grande sea la prueba, siempre existe un lugar en nuestro corazón para clamar con fe. Ana pasó de la tristeza a la esperanza, de la burla a la honra, y de la esterilidad al gozo de ser madre, todo gracias a una oración sincera y confiada. De igual manera, el Señor nos invita hoy a derramar nuestra alma delante de Él. No desperdiciemos la oportunidad de buscarlo en oración; en ella está la fortaleza, la paz y la respuesta que necesitamos.

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